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Sobre Jamaica Kincaid

Mezcladito

Sobre Jamaica Kincaid

Por Valeria Tentoni

La obra de Jamaica Kincaid está atravesada por el desapego emocional de su familia y su territorio y la opresión colonial de Antigua y Barbuda, su país de origen. Dueña de una escritura que ha sido considerada “auténtica” y “emocional”, para ella la escritura no es una profesión, sino que un llamado. 

En un diálogo con Valeria Tentoni repasó su vida literaria, sus inspiraciones y la pasión que siente por su oficio. Este es el texto de presentación que hizo Valeria Tentoni para esta entrevista. 

“Autenticidad emocional”, escribió Susan Sontag ante la obra de Jamaica Kincaid. Tanto en sus cuentos, novelas, memorias, crónicas como en sus jóvenes artículos del New Yorker nos encontramos con una mirada inconfundible. Su fondo es una memoria que llega al centro fueguino de la tierra y se extiende, como una galaxia, con vocación universal. Son historias de conquistadores y conquistados, como en Autobiografía de mi madre, Mi hermano, Un pequeño lugar o Annie John, pero también del derecho, obtenido por mano propia, a aventurarse en la tierra de los conquistadores y usufructuar sus libertades, sus placeres y sus lujos con total irreverencia, sin ningún pedir permiso, como en Lucy, Among Flowers, Talk Stories o Mi Jardín. Y es que Kincaid, como sus protagonistas, no acepta ocupar el rol predeterminado que el imperio tiene listo para ella: jamás escribe el libro que están esperando escriba. Una prueba indiscutible encontramos el último, See now then

De su literatura se dice que es furiosa, enojosa, hasta resentida: ella corregirá, con paciencia, diciendo que sólo cuenta las cosas tal y como son. Impiadosa incluso consigo misma, imagino a Kincaid de pie en el centro del paraíso perdido, las manos en garra, sacudiendo el árbol de la vida, el árbol de la verdad, desde su base. Hay que decir de Kincaid que es también una jardinera, con toda la humildad y toda la prepotencia que una cosa así le exige a cualquiera. Que su estilo es el de una pintora de trazo continuo que no levanta el pincel nunca entre que comienza y termina. Sus libros parecen el producto de una única y larguísima expiración, de un aire ininterrumpido que viene de sus entrañas. De hecho, su pieza más famosa, “Girl” -enseñada en escuelas de escritura en todo el mundo-, y que fue también su primer cuento, está compuesto por una sola oración de 300 palabras. Sí, es un pincel que, con pulso magistral, nunca levanta el trazo, pero sin embargo surca toda una historia, toda una cultura, toda una intimidad. Y por efecto de esa manera, tan personal, que ocupa para escribir, se puede encontrar también una música. Cuando leo sus libros pienso en alguien que sopla vidrio, alguien que convierte la transparencia en materia peligrosa, moldea en ese calor infernal y recién después suelta la pieza. Jamaica Kincaid va lustrando una y otra vez las palabras como un río a las piedras en su fondo, y lo hace hasta dejarlas suaves, tan suaves como el agua que las guarda. Pero todos sabemos, y ella no lo ignora, que cualquiera de esas piedras tan suaves, si se la levanta del río, servirá como proyectil.

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