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Salamone, cementerio de Azul

Bitácora

Salamone, cementerio de Azul

Por Roque Larraquy

Seis escritores se embarcan en la paradójica misión de escribir una microficción sobre la pampa, ese territorio vacío e inabarcable que, en palabras de Sarmiento, es el reflejo del mar en la tierra.

No creo que nacer y crecer en un sitio imponga la condena de una mirada única del mundo, ni que la tierra o la cartografía del estado sean la cárcel de una identidad, ni que en las palabras azuleño, porteño, uruguayo o canadiense haya un adoquín que nos doblegue la mano con su peso. No creo en la eficacia de un mismo sombrero continuo para todas las cabezas que buscan resguardo del sol. La pertenencia a un sitio y a una cultura no tiene el valor de un sino trágico, sino la inconstancia de un romance que puede o no derivar en amor. Es por esta inconstancia que en las ciudades y en los pueblos proliferan los símbolos del apego.

En Buenos Aires Prebisch usa la forma más neutra de los hitos conmemorativos, la del monolito estilizado en obelisco, y produce una pieza hueca de sentido para que los porteños la simbolicen a capricho y sirva de retén para las identidades golondrina. Salamone, por su parte, es un amante del sentido y sus operaciones simbólicas tienen la dimensión seductora de una gramática completa, en escala con el emprendimiento: producir las señas de una identidad provincial. No sé exactamente qué hacen los azuleños con esta gramática, me encantaría saberlo, pero en principio, no creo que Prebisch y Salamone hayan trazado entre porteños y azuleños una frontera difícil de atravesar. Quiero pensar, turista, que podemos vestirnos con la ropa del otro sin mayor inconveniente.

Sin embargo, conocí en los últimos diez años a seis personas de Buenos Aires que intentaron escribir ficción sobre Salamone y escuché de otros tres de Mar del Plata que quisieron usar sus edificios como locación de una película. El texto Salamone se encendió en sus cabezas siguiendo un patrón común, como si el amor de ellos por él no tuviera cláusulas propias, como si la obra les dictara el orden de sus emociones y los tomara y los obligara. Todos los proyectos quedaron incompletos. Me pregunto si la gramática Salamone no ejerció sobre ellos un efecto refractario preparado para mantener alejados a los intrusos. En ese caso, me sorprende la potencia de sus hitos para proyectar siluetas sobre la conciencia.

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