Gabriela Yauza eligió su nombre verdadero. Tenía 24 años. A partir de ese momento hizo todo lo necesario para que su acta de nacimiento estuviera de acuerdo. Por eso, cuando hablamos de ella, estamos hablando de muchas mujeres. De la niña Gaby Santillan, que creció en el oeste jugando en la vereda con amigos; de la adolescente que misionó en las filas del catolicismo santiagueño; de la Negra, que tomaba cerveza en cordones y placitas cercanas a universidades y profesorados; de la compañera de José; de la mamá de Dante y Oli; de la profe; de la gestora cultural; de la realizadora; de la guionista; de la escritora y de la amiga.
En el camino, grupos de lo más diversos la tuvieron de integrante. Fue impulsora de proyectos imposibles. Es fuente de ideas estrambóticas y opiniones displicentes. Sus relatos se pueden encontrar en ediciones colectivas como Antología Jetona (2009) y Cuentos del Bicentenario (2010, Subsecretaria de Cultura de la Provincia de Santiago del Estero) por el concurso regional, en el que su cuento “La fuente de Secretos” fue reconocido con el primer premio. Siempre desafiante, publicó su primer libro El Frasco (2017, Perras Negras), y como todo en ella, no fue eso nomas. 

Yauzá x Yauzá

Me llamo Gabriela del Pilar. A los 24 años me cambié de apellido, pasé de ser Santillán a Yauzá. Un trámite que se volvió absurdo y me puso a contar la historia de mi vida a cada empleado de la administración pública que recibía el mamarracho de mi acta de nacimiento. Estoy en pareja, soy mamá de Dante y Olivia.
Hice un largo recorrido. Siempre coqueteando con las ciencias sociales, pasé por comunicación social, luego terminé el profesorado de Lengua y Literatura, me formé en gestión cultural, y no dejo de volver a la realización audiovisual. 
Confío en las construcciones colectivas, me gusta poner el cuerpo para sostenerlas. Lo mío es contar historias. Tal vez demore en encontrar el formato, cada una madura a su tiempo, disfruto de esa espera.