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Hay más suelo que cielo

Recorrido literario

Hay más suelo que cielo

Por Marie Gouric

Las maneras de caminar la ciudad se vinculan con los modos de escribir sobre ella. Cuatro escritorxs nos invitan a conocer sus recorridos personales, de manera virtual, de las que consideran sus ciudades, sus territorios. 
Acá se puede ver la lectura completa

Por dónde paseo tu recuerdo. Que cuando volví a Bahía sentía que ya no tenía ninguno, o que al tener tantos la memoria existe pero el recuerdo es irrecuperable. Un enredo enorme dentro y sin lengua, que hasta cuesta conversar. Ahora me gusta estar acá. Haber vuelto donde fui hasta los 25. La memoria vuelve cómo un ajuste de cuentas con el tiempo. Así como era cuando vivía acá, las ideas llegan de a una y despacias con la promesa de lanzarte hacia adelante, pero.

Hoy garuaba y fui al chino dos cuadras nomás, pero acá se hacen lentas. El paisaje, será. Esquivé charcos y compré alfajores dos por cien, lentejas sesenta, masitas cinco por noventa. Las cosas han cambiado. Es decir, sigue siendo todo descampado, ya no baldío. Pero hasta el último yuyo han lustrado, loteado y  puesto cartel de venta. Está el mercado, enfrente una verdulería, más para allá una panadería y para atrás a dos cuadras de la ruta, más un mercado. Civilización pura para tanto criadero de bicherío. Antes era el plan de vivienda y después nada.

Busqué a Filha y a Tana. Salimos y cruzamos el asfalto, seguimos por el camino de tierra. Junté acelga, que hay más humedad que hace diez años y ellas crecen como maleza. Lo mismo manzanilla y lavanda. Otra cosa que se ha distintado.

La cosecha nos alejó tomadas por las narices. Subimos hasta la ruta, les dije a Filha y a Tana, es una aventura, y entramos a la banquina. Caminamos contra los camiones de carga que vienen del sur y a favor de los que van para más al sur.  Algo peligroso entendí pero ya estábamos ahí y la única manera de salir era seguir haciéndolo.Tana querida lloraba mansa y tiraba su correa para apurar el paso, ahí que levanté a Filha en brazos. Pasamos y retomamos el descampado con el alivio de volver a sentir nuestro propio peso nada más

No era apuro volver a la casa después de eso. Mejor sentarnos sobre las acelgas a mirar, ese gusto barato de los que tenemos ojos. Corría un buen viento, es decir se hacía notar pero era amable y no levantaba tierra. Nos recostamos sobre el yuyo duro, los aguiluchos volaban sobre nuestras cabezas y se estacionaban en el terreno más allá. Ese lugar es de ellos, pienso ahora. 

El cielo se puso verde, naranja y azul profundo. Había llegado la hora exacta, una hora exacta que quiero traer, porque un lugar es un tiempo. Se ve cálida pero es fría a razón del sol perpendicular a la tierra que cuento, seca y craquelada, pastada de yuyo crece con filo. El frío tiene una luz, gris azulada donde el brillo eléctrico de las fábricas y galpones reluce y reluce. Arma un camino de antorchas para la llegada de la noche, un héroe. 

En esta hora hay más cielo que suelo. Saqué fotos, pasé a esos que quedaron en Buenos Aires: Mica, el Guido, la Yani, el Adrian. Amanda. An. Gabi, Maga, la Dani, la Lore. La Ceci. Scafati que le decimos Chapi. Dai y Vic. Ana Caro, Moyi y Cata. Panda. Caro, el Patri, el Colli y Guido, el otro. Pai, Tuti, Joaquín, Rita y Sofi. Diego. Cami y Marian. Fram. No sé si a todos les pasé, pero los pensé y a veces para comunicarse con eso alcanza. Solo uno contestó.Hay más suelo que cielo, señaló y pude levantar la cabeza, planear desde la ruta, pasar encima: descampado, barrio de plan de vivienda, sortear postes de luz anaranjados y de nuevo descampado. Desde lo alto nos vi quietas, caminata sobre el trazo marrón calle de tierra, dibujando con los ojos una línea más abajo de la mitad del paisaje y pensando: cierto, hay más cielo que suelo. 

Estaba la cuestión, en entender esta imagen donde se despliega la hora exacta. 

Tantos verdes, de oscuros a más claros que serían de más mezclados con negro a más con blanco. Y todo final con una capa traslúcida de anaranjado porque en esta hora, que es la hora exacta la que estoy contando, es cuando el sol está perpendicular a la tierra.  

Y así habla un tiempo que me esfuerzo por ver. Están quienes dicen, si querés entender deberás dejar de esforzarte. Y comprendo el desafío, más que nada cuando miro hacia arriba y dibujo esta línea de horizonte que se llama imaginaria, y  los loros del parque de eucaliptus pasan de regreso a sus casas, cuevas en la tierra que rascan con sus picos. Un espectáculo musical hermoso de la hora exacta. 

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