Fundación FILBA

  1. EN
  2. ES /

Archivo

El relato insoportable

Conferencia inaugural

El relato insoportable

Por Juan Sasturain

Juan Sasturain realizó la Conferencia Inaugural del Filba Nacional de Santiago del Estero 2019.
Ahí realizó un repaso, como solo Juan Sasturain puede hacer, sobre la práctica de escritura, los soportes de publicación y los modos de circulación de textos narrativos, a partir de la obra de Héctor Oesterheld y de Rodolfo Walsh. Cómo eran las cosas A.C, es decir, "Antes del Canon".

¿Dónde están los libros?, en la librería y ¿dónde terminan los libros?, en la biblioteca, es ese circuito a través del cual pasa la literatura y accede uno habitualmente a la literatura. Lo que vamos a tratar de contar hoy, es un ejemplo en el cual eso, no es cierto. Es decir, que hay en la historia de la generación literaria, en la historia de la circulación de los relatos contemporáneos otras maneras de circular, otras maneras de acceder al público, otras maneras de ser consumido, recibido y disfrutado.

Vamos a dar el ejemplo de estos dos notables narradores argentinos: Héctor Germán Oesterheld y Rodolfo Walsh que, cuando escribieron El Eternauta y Operación masacre no estaban escribiendo libros, porque, esos relatos que ellos estaban generando en esos momentos eran insoportables, no había ninguna estructura dentro de las reconocidas en la cuales esos textos pudieran circular. Pareciera, visto hoy como se mira el cielo, donde todas las estrellas aquellas que están cerca y aquellas que están lejos las vemos en un plano similar, pareciera, que los textos que hoy pertenecen a lo que llamaríamos el canon, es decir la literatura reconocida, han estado ahí desde siempre y no es así. Ningún libro nace clásico. Ningún libro nace importante. Más aún, habitualmente, los libros que nacen reconocidos por su tiempo suelen ser aquellos que más rápidamente la historia olvida. Piensen ustedes, Cervantes había puesto todas sus ilusiones en lo que eran las novelas propias del modelo prestigioso de la literatura de su época, como la novela pastoril o la novela de aventura, había apostado todos los porotos de su fama literaria a la atea como los trabajos de Persiles y Sigismunda ¿Quién carajo los recuerda ahora? Si no los profesores que estudian esas cosas. La fama de Cervantes es la creación de una obra maestra que surgió por los bordecitos de la literatura reconocida como un texto humorístico, una parodia de la literatura de caballería, un texto escrito en lengua popular, que no entraba en ninguna categoría, ¿Por qué? Porque estaba inventado una novela moderna, algo que no existía todavía.

Cuando José Hernández se puso a escribir un folleto que era un panfleto para denunciar en verso ciertas cosas que pasaban en algunos aspectos de la sociedad argentina de la década del 70, la de 1870 y que escribió sobre un texto que hablaba sobre las condiciones deplorables, el maltrato que sufrían algunos sectores de la población marginal, los gauchos de la campaña, eran maltratados, maltratados por la justicia local que les afanaban las cosas, que los mandaban a la frontera, que los mandaban sin armas a pelear contra los indios a defender las propiedades de los ricos. Cuando escribió ese texto no estaba escribiendo un clásico, estaba escribiendo un texto que ni siquiera circulaba como suelen circular los textos literarios y estamos hablando del Martín Fierro. El Martín Fierro no fue un libro como tal, si no que fue un folleto. No se imprimió como el Santos Vega de Rafael obligado, un hermoso poema también, que se imprimía en Francia y venía y se lo vendían a librerías en Buenos Aires. No,no no, Este, era un folleto con dibujos que se vendían en las pulperías y que estaba escrito en un determinado lenguaje que tenía ya toda una tradición, la gauchesca, que viene de la época de las luchas de la independencia e incluso antes, desde la lucha entre unitarios y federales con Hidalgo. ¿Qué estaba escribiendo Hernández? ¿Estaba escribiendo un clásico, estaba inventando? Estaba escribiendo un texto circunstancial, que no correspondía a ningún tipo de los relatos que entonces existía, es un relato en verso, es una novela en verso y como tal círculo y como tal fue leído sin tener una trascendencia mayor, más allá de ser bastante pintoresco, y evidentemente reconocerle un cierto talento al diputado, un extraordinario poeta, además. Tuvieron que pasar 30 o 40 años para que la intelectualidad argentina del centenario como Lugones o Ricardo Rojas empezará a pensar nuestra historia literaria para armar una historia literaria coherente que se pareciera en algo a las historias literarias europeas. Sobre todo, cuando teníamos una identidad como nación mientras estabas llenos de inmigrantes que nos estaban arruinando el país. Entonces, se construye la condición de poema épico nacional al Martín Fierro y al gaucho después de haberlo manejado se lo convierte en arquetipo de nuestra nacionalidad. Es decir que, ese texto lateral que entró en la literatura por la pulpería, no entro por la librería se convirtió en el texto central en el poema épico que sería el equivalente a Homero, a Roldan, al Cantar de los Nibelungos y a todos los poemas épicos que se supone que toda nación debe tener en el origen, aunque debe ser un invento del cual Hernández, extraordinario poeta, no tiene la culpa. Con esto quiero decir que son muy interesantes los contextos en que las obras se generan más allá de que después la historia literaria te los dé empaquetados con una lectura y una interpretación, pero es interesante reconstruir las circunstancias en las que esos textos fueron generados. Parece ser, que es así como funciona la cultura. Lo reconocido, lo formalmente correcto es solo una parte de todo lo que se genera y no sabemos de todo eso que se genera culturalmente, de la música, de los textos, no sabemos qué va a perdurar, en que medida que texto, de los miles que circulan o que relato en algún momento van a ser los más representativos de nuestra época, no tenemos distancia para eso y nuestra estructura, nuestra manera de funcionar tiende a no ver lo que tiene demasiado cerca.

Toda esta vueltita para ir a parar a El Eternauta y a Operación masacre. Tanto El Eternauta como Operación Masacre hoy son dos textos o dos relatos para hablar más genéricamente que pertenecen a eso tan desagradable que es el canon. Es decir, los textos que se consideran que son representativos para leer una parte del desarrollo de nuestra historia. Hoy, ¿Cómo se establece el canon? ¿Cómo se supone que algo está reconocido o no? ¿Quién es el que tiene el derecho a reconocer? No las academias porque las academias están hace muchos años en plena decadencia, ni la Academia de Letras, que en sí no le importa a nadie, más allá de que hay personas muy valiosas en esos lugares, pero no es su palabra la que determina, son otras cosas la que determina hoy en día.

Hace unos años, a fines de los 90, principios de los 2000, Clarín sacó una colección de literatura argentina, biblioteca fundamental, eran libritos de tapa dura con sobrecubierta azul y negro, estaba dirigida esa selección por Ricardo Piglia y por José Chercasky. Chercasky era la pata Clarín y Ricardo era la pata literatura. Esos textos, encarnan la lógica del canon vigente. Entonces, por ejemplo, estaba Sara Gallardo, está Juana Manuela Gorriti, está Puig, está Di Benedetto, está Quiroga, está Borges, está Marechal, estó Operación Masacre y el último tomo, que no tiene la forma de los libritos verticales porque es apaisado es El Eternauta, es el último. Esto es un acontecimiento porque es la primera vez que formalmente un relato que utilizaban como soporte para narrar la secuencia dibujada de las historietas era reconocido como un texto canónico, un texto importante, representativo de ciertos momentos del siglo 20 más que otros tantos. Es interesante ver cómo fue que se produjo la entrada de estos dos textos al canon de la literatura argentina, en qué circunstancias aparecieron. Por eso, dijo que eran dos relatos insoportables, porque cuando aparecieron, no había donde calzaran y tuvo que pasar la historia para que calzaran.

Rodolfo Walsh había nacido en el año 1927 y Oesterheld en el año 1919, no se conocían entre sí y tienen en común que en los años ´40 y ´50 trabajaron, como escritores, en la industria editorial. Eran colaboradores y trabajaban en los productos que creaban las editoriales: libros y revistas. Héctor Oesterheld y Rodolfo Walsh trabajaron durante 15 años en los que produjeron los textos centrales de sus primeras producciones, en publicaciones que no iban a las librerías si no al kiosco. Por ejemplo, la serie de Sargento de Oesterheld eran historietas que había publicado en la revista Mister X en la editorial Abril, a partir del año 51. Héctor Oesterheld era un geólogo, de formación científica dura que además le gustaba escribir cuentos infantiles. Entonces, además de escribir notitas de divulgación científica, escribía cuentos infantiles. Un día se le traspapelaron los papeles, entregó la colaboración en la editorial Codex en Abril y la de Abril en Codex y de ahí surgió la propuesta de escribir historietas. Tenía 30 años y empezó a escribir historietas, que a partir de 1956 las comenzó a publicar en su propia editorial y ser distribuidas en kioscos. Estas novelitas iban a pelearle el mercado a las novelas españolas de la editorial Brugera. Participó como autor de uno de los emprendimientos más inteligentes, más saludables y más creativos de a comienzos de los años 50 que fue toda la literatura infantil que hizo la editorial Abril. En ese lugar, Héctor realizó un trabajo creativo muy hermoso y además dirigía la colección Revista Gatito. Cuando Héctor pudo fundó su propia editorial: frontera y creó dos revistas de historieta: una que se llamaba Hora Cero y otra de amor frontera y de y ahí germinó una serie de historietas de género, cuando dijo genero propio de la época, el cowboy, las historietas bélicas o de guerra y lo que es muy novedoso, la ciencia ficción. La ciencia ficción era muy nueva para 1950 Y Héctor Oesterheld fue el primer gran narrador popular de aventuras de la Argentina, más aún, es nuestro mayor creador como narrador de aventuras de la Argentina.

¿Qué hacía Rodolfo Walsh? Él era de Río Negro, de un ambiente pobre, clase media baja. Vivió varios años cuando era pibe en internados para chicos o colegios privados de curas irlandeses en las afueras de Buenos Aires. En la serie irlandeses detrás de un gato, que están en algunos de los cuentos de Rodolfo, está toda la experiencia de él en los colegios. Pero ¿Qué hacía Rodolfo? Rodolfo leía en inglés y a sus 20 años publicó sus primeras traducciones para Hachette y para la editorial Sopena.  Rodolfo escribía sobre todo policiales. Empezó a publicar policiales en Leoplán y cuando tuvo tres o cuatro cuentos los presentó a un premio municipal con el título Variaciones en rojo (1953) y lo ganó. Pero simultáneamente había estado haciendo otra cosa, había publicado la primera antología de cuentos policiales argentinos, la primera vez que se reunía en un volumen, en un libro de kiosco también de la editorial Hachette, algunos de los mejores cuentos policiales que se habían escrito en Argentina, contemporáneos  y ahí estaba Borges y estaba Bioy, pero también estaba Facundo Marull y estaba él, es decir, escritores nuevos que apenas publicaban en las revistas. En ese entonces, ya aparece en Rodolfo la preocupación, no manifiesta como programa, de ambientar la aventura y el policial en el contexto de escritura. Es decir, también acá puede haber detectives y la aventura no necesariamente tiene que ser algo que transcurre en otra parte. Esa idea de convertir el contexto propio en aventurable, la capacidad de imaginarte y de pensarte más allá del realismo, de suponerse como sujeto y como espacio para la aventura, es un rasgo que une a los dos y en el caso de Oesterheld es un caso determinante. ¿Qué es El Eternauta? Una revistita que no costaba nada porque la comprabamos los pibes y era para pibes, pero como era muy realista. Salía una vez por semana y tenía 3 o 4 paginas de cada historieta, era el viejo recurso del continuará, eran folletines. En ese lugar, como cuarta historieta empezó a salir, en septiembre del año 1957, esta historieta El Eternauta, se publicó a lo largo de 3 años unas 3 paginas que leíamos por semana, del año 1957 al 1959, prácticamente todo Frondizi, toda esa primavera de apertura democrática después de la libertad hasta la crisis con Frondizi. ¿Quiénes y cuantos leían el eternauta? En la Argentina de los ´50, Héctor vendía 200 mil ejemplares por semana. La revista se la prestaban, la intercambiaban, es decir que había medio millón de pibes, de jóvenes lectores que leían esto. Solanos López, el dibujante, cuenta que los chicos venían a su casa a mirar por arriba del hombre cuando estaba dibujando para ver cómo seguía la historieta. Le creo a Solano porque no mentía y este es un ejemplo cualquiera. En aquellos años, las historietas ocupaban un lugar central en la experiencia de la aventura en las cabezas de la gente lo mismo que las canciones, lo mismo que el tango porque así funcionaba la industria cultural. Había centenares de historias que todas las semanas circulaban entre la gente ¿Cuáles eran los otros dos lugares por donde transcurrían los relatos? Uno era el cine y el otro era la radio. Cuando teníamos 10, 12 años, escuchábamos a Tarzán por radio pelear contra el enemigo. Es decir, la aventura estaba en los medios masivos, por ahí circulaba. Toda esta producción en la foto de la cultura no existió nunca.

Visto en perspectiva hoy, decimos ¿Que son El Eternauta y Operación Masacre? Son dos textos militantes de dos militantes, dos tipos que terminaron en las organizaciones armadas cuando tenían 40 y pico, 50 y pico de años y años después muertos por la dictadura, que escribieron estos libros que son verdaderos textos de denuncia militante, ¿Es cierto eso? No, no lo es. Ni Oesterheld ni Rodolfo tenían la menor pretensión de un involucramiento ideológica. En el caso de Oesterheld, era vagamente socialista y Rodolfo venía de un pasado nacionalista, había estado en la alianza nacionalista. Es decir, eran dos personas que en esos años 50, la última etapa del régimen peronista, cuando ellos más trabajaron, y en la transición de la dictadura, no eran gente que estaba jugada por ideologías necesariamente progresista. Ninguno de ellos pertenecía a los partidos tradicionales de izquierda. Piensen ustedes, relato de los años 57, las primeras novelas de Andrés Rivera como El precio o Los dueños de la tierra de Andrés Bello son de hombres que tenían una posición ideológica más marcada.  El Eternauta no tenía otra forma de salir que como folletín donde salió, eso lo condenaba a un tipo de lector que éramos los pibes y éramos los más o menos iletrados que lo leían en el tren. Y ¿Operación masacre fue un libro? No, no fue un libro, fue una serie de notas policiales ¿Rodolfo era un periodista comprometido? No, no lo era. Era un periodista curioso, ni siquiera era un periodista de investigación. Una revolución del ´55 que como toda la intelectualidad habían apoyado, Rodolfo también y había escrito un texto de un primo suyo, aviador de los que bombardearon la plaza. Pero Rodolfo se enteró que había fusilado civiles en el ´56 y cuando empieza a investigar y se da cuenta que ningún diario lo banca, entonces, empieza a descubrir cosas. Habla con uno, habla con otro, y de ahí aparece aquel famoso título: “Hay un fusilado que vive” fue un fusilamiento desprolijo. ¿Quién los fusiló? ¿Por qué los fusilaron? Rodolfo empieza a buscar dónde publicar y cuando junta las notas con ese título alevoso Operación masacre es al estilo de las novelas sobre la guerra, operación sangre, no es un título muy literario, es un título periodístico que quiere tener impacto. Va al quiosco el libro, editado por la editora Cualunkel. ¿Cuánto tarda el libro en convertirse en un texto que alguien lo lee, lo ve y dice esto es una cosa nueva? ¿Qué es esto? Es un texto periodístico pero que este tratado en términos literarios. Hay procedimientos literarios para contar una crónica periodística, lo mismo que hizo Truman Capote 6 años después. Cuando a parece A Sangre Fría de Capote en el 56, como diría Borges “Cada texto crea sus propios antecedentes”. 

Héctor Oesterheld contó la historia de El Eternauta y de la derrota de los porteños a mano de los invasores lo largo de 3 años. En las divisiones de los años ´70 es decir, casi 20 años después apareció este famoso epígrafe que siempre se cita en el que Héctor dice “leer individual no me interesa leer; importante es leer en grupo” pero eso es una reelaboración posterior de Héctor, pero no es el texto original que acompañaba su primera versión. ¿Qué quería contar Oesterheld cuando empezó a contar El Eternauta? Quería contar la historia de un hombre que atravesara y fuera testigo de toda la historia de la humanidad. Entonces, era un mecanismo de un narrador popular, para poder contar cualquier cosa, pero, necesitaba convertirlo en inmortal. Así empezó a contar una historia que es el prólogo de cómo alguien se convierte en un tipo que atraviesa todo el tiempo y el espacio. Quiere decir que las 365 páginas del eternauta son el prólogo, pero no es la historia de El Eternauta, es la historia de un tipo que se llama Juan Salvo. El eternauta le posibilita el relato, es solo eternauta para que puedA contar, para que pueda venir del futuro para contarlo. ¿Qué le interesaba contar a Oesterheld? A Oesterheld le interesaba la situación Robinson, la situación del hombre en soledad absoluta, pero con alguien, digamos una sociabilidad restringida entre pares. Las primeras 70 páginas de El Eternauta, que son la pequeña obrita maestra, es el comportamiento del grupo, como reacciona un grupo de  gente de clase media bastante interesante. El narrador, Juan salvo es un pequeño industrial, hay un fabricante de violines, hay un empleado de banco y hay un profesor universitario, todos de clase media, no hay un solo obrero. Esas primeras 70 páginas es cómo se construye un mini mundo para sobrevivir, porque, como dice Fabali que es el que baja línea ideológica, “se acabó la sociedad, volvimos a la ley de la selva, todos contra todos así que juntémonos” porque los parias que andan ahí afuera muriéndose y que no tienen cómo sobrevivir, te afanan lo que uno tiene. Entonces, deciden irse, porque esto no se arregla más, esta catástrofe, así que vayámonos, a un valle de Mendoza y ahí empezamos de nuevo la civilización. Y cuando se están por ir, le golpean la puerta y los que le golpean la puerta es el ejército organizado. Esto no es una catástrofe, es una invasión, hay un enemigo. Esos hombres, que pensaban solamente en salvar lo que tenían, la fase individualista. Empieza, entonces una segunda fase, que es la memorable pelea contra el invasor que termina en una derrota. Ahí aparece, en ese largo tramo, un montón de personajes que no estaba previstos en el esquema inicial. Aparecen los laburantes, por ejemplo, el héroe de la segunda parte, el que le pega el bazucazo en la Plaza del Congreso a la cabeza de la invasión de los hechos es Franco, un obrero.

¿En qué medida estos dos textos se escaparon de las manos de sus autores y fueron mucho más allá de sus intenciones primeras? Lo que Rodolfo quería era presentar todo esto ante la justicia y en cambio la justicia le dijo que justicia, se tuvo que ir a esconder a Tigre. El orden instaurado no tenía espacio para esa justicia, esa justicia era estar a favor de las causas perdidas. En el caso de Héctor, escribió un texto que se convirtió en un texto mítico porque tiene un poder de interrogación de nuestra realidad, que tiene todos los elementos del mito, es decir una epopeya que cuenta de forma casi premonitoria muchas de las cosas que pasaron y siguen pasando en nuestro contexto como nación.

Estos dos hombres, estos dos escritores, nunca se pensaron a sí mismo como artistas, si que no fueron trabajadores, laburaron de escritores, no tenían separado una vocación y un trabajo. Si no, que trabajaron con su escritura, “ensuciaron” su vocación: comunicarse, contar para un público real. Oesterheld, por ejemplo, dirigía el correo de lectores y Rodolfo escribía algunas secciones del problema policial, problemas que se le planteaban a los lectores y los lectores contestaban. Es decir, tuvieron siempre una relación carnal con los lectores, tuvieron lectores reales, no lectores virtuales. Que esos dos textos hayan dado como el Martín Fierro toda una vuelta para terminar incorporados a lo que hoy consideramos el canon de la literatura argentina, es un hermoso ejemplo para pensar y para pensarnos como funcionan los fenómenos culturales, en cómo circulan los relatos.

Más archivos Juan Sasturain