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Cruce epistolar
Cruce epistolar: César Aira
Por Sergio Chejfec, Ariel Idez
Dos escritores se escriben cartas durante meses y a miles de kilómetros de distancia y discuten la herencia, ruptura y continuidad de César Aira, un autor central en la literatura contemporánea argentina.
Hola Ariel, estoy por empezar un viaje en micro de unas cuatro horas. Estamos viendo cómo empezamos. Y el tema me llevar a pensar en los comienzos, en este caso de Aira. A duras penas recuerdo alguno. Son lo menos elocuente que puede haber, precisamente porque tienen una elocuencia de otro tiempo, como de literatura usada. Hay autores con comienzos memorables, aun cuando no nos guste lo que sigue. Creo que de Aira no recordamos los comienzos, y me pregunto si eso tendrá que ver con una estrategia de contar sin demasiadas justificaciones, restándole importancia a las cosas y asignándosela al fluir de ellas. En todo caso me da igual como comenzamos.
Abrazos, S.
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Hola Sergio, por mi parte, no he tomado un micro pero he abordado un barco y ahora estoy pasando unos días en Colonia (una de las grandes diferencias del mail con las cartas es la forma en que se borra o diluye el lugar desde el que se escribe, aquel encabezado de la carta que antes que nada situaba un tiempo y lugar). Por mi parte, no tengo ninguna preferencia en especial en lo que respecta al intercambio y me gusta la idea de Sergio, que de algún modo ya puso en práctica al hablar de los comienzos en las novelas de Aira. Hace un tiempo estuve pensando en escribir dos ensayos en espejo, uno sobre comienzos y otros sobre finales. Creo que una de las tantas clasificaciones arbitrarias (todas lo son) que podríamos aplicarle a la literatura es que hay escritores de comienzos y escritores de finales. En esta división Aira sería claramente un escritor de finales y en este sentido la espectacularidad de sus finales se contrapone a la ligereza de sus comienzos (que recuerdan un costumbrismo barrial en las novelas situadas en Flores y un bucolismo asordinado en las novelas pampeanas del siglo XIX). Creo que el mismo Aira dijo que su modelo eran los cuentos de hadas y es probable que haya algo del "había una vez" en los comienzos de sus novelas. También se me ocurre pensar en aquella metáfora remanida de que las novelas de Aira funcionan como un acelerador de partículas (que terminan chocando y causando una explosión) y en ese sentido el comienzo debe ser lentísimo, de un desplazamiento casi infinitesimal. Pienso en alguna excepción y me viene a la memoria el comienzo de La Liebre, con esa imagen imposible de Rosas haciendo abdominales y la de El congreso de literatura, que incluye el microrrelato sobre el "hilo de Macuto", que es como una teoría de la literatura, aunque esa sensación a mí se me recrea todo el tiempo leyendo a Aira (que está hablando, pensando, reflexionando sobre la creación literaria). Mientras escribía este mail, se empezó a levantar una tormenta de proporciones épicas en Colonia, que me recuerda un poco esos finales apocalípticos de las novelas aireanas, así que dejo acá, antes que la naturaleza imite al arte.
Ariel,
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Habría querido completar una simetría y escribir el mensaje (a lo mejor sobre los finales) en el micro de vuelta, pero era de noche y no funcionaba la luz del asiento. Como no fue posible, comienzo con el final de tu mensaje, la prevención de que la natualeza imite al arte. Supongo que es una fuerte premisa de los comienzos en Aira (no me refiero a la prevención, sino a la hipótesis estética): situaciones narrativas (quiero decir: hechos y formas de referirlos) que sólo se imponen como naturales porque, como sugerís, integran el inconciente de cierto tipo de arte literario. ¿Qué tipo de literatura? Quizá sea engorroso definirla sin admitir que es una literatura de características residuales, viva porque sus dispositivos han colonizado la idea misma de narración. Los comienzos de Aira en general apelan a ese inconciente de la narración gracias al cual hechos e historias se producen discursivamente; y esa discursividad hace que sean realistas aun cuando parezcan también inverosímiles. Quizás allí se esconda la verdadera idea detrás de la imitación del arte por parte de la naturaleza. La naturaleza sólo es capaz de imitar al arte naturalizado. A lo mejor las narraciones de Aira precisan esos comienzos para proponerse como artefactos de desnaturalización.
Pero hay otro aspecto que separa los comienzos de Aira de los comienzos en las narraciones "tradicionales": la autoconciencia. Curiosamente no es una autoconciencia literaria (digamos, al modo de Cervantes, que establece un diálogo interior con los géneros), ni discursiva (al modo de Proust, que se constituye como sujeto gracias a su relato), ni apenas crítica (como puede ser la de Vila-Matas, cuyos narradores y personajes operan en el paradigma de la vanguardia). Creo que la autoconciencia de Aira es como la de un surrealista dispuesto a entregar su bastión más preciado: justificar sus opciones, una especie de Roussel declarativo, performático o sencillamente analítico. Si tuviera que resumir eso de lo que me desvié: mi presunción es que la autoconciencia sirve en las narraciones de Aira como dispositivo de control realista.
Seguimos...
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Hola Sergio,
Te confieso que a mí también me habría gustado responderte al vuelo desde Colonia, que quizás por su proximidad con el río parece mucho más a merced de la furia de los elementos que la gran urbe, a la que ya he regresado, pero la conexión a internet no sé si a imitación del arte o de la naturaleza, funcionaba según caprichosos e inescrutables designios. Además tengo que admitir que prefiero la volea al peloteo de fondo y tus reflexiones enseguida me dispararon un montón de ideas que voy a procurar poner más o menos en orden a continuación. Me gustaría empezar por el final, por esa idea de la autoconciencia literaria en Aira (parece un trabalenguas). Me resultó muy iluminadora, porque muchas veces se filió a Aira con los surrealistas y él mismo declara entre sus escritores predilectos a los héroes de Bretón y compañía: Lautréamont, Jarry y Roussel y sin embargo hay algo que distingue radicalmente sus textos de la escritura surrealista. En este sentido, es como si Aira hubiese logrado reunir lo mejor de los dos mundos: la invención libre y desenfrenada del surrealismo pero subsumida a la lógica racional del realismo. Y digo que me resultó iluminador tu comentario porque muchas veces me había llamado la atención el trabajo que se toma Aira en justificar (incluso inventando una teoría ad hoc si es necesario) los giros desquiciados de sus historias. Sin embargo no suele haber fatiga en esas construcciones lógicas, sino un placer (me tienta decir "juguetón") en elaborar esas intrincadas argumentaciones, más barrocas cuanto más disparatado o absurdo sea el hecho que vienen a justificar, lo que produce un resultado paradójico en las novelas aireanas: cuanto más "inverosímiles", más "realistas". De algún modo es como si, en lugar de pensar una trama y seleccionar los hechos en función de su justificación lógica y su concatenación temporal en forma de causas y consecuencias, Aira invirtiera los términos y pusiera la invención por delante e hiciera correr por detrás la articulación lógica de esos hechos en una trama. En este rasgo, creo, radica una de las claves de su estilo, muchas veces advertida por los críticos y experimentada por los lectores: el efecto de "improvisación" que tienen sus novelas. Hablo de efecto porque ignoro si Aira tiene en su cabeza todo el desarrollo de una trama cuando empieza a escribir o si realmente va improvisando la historia a medida que la escribe, pero el efecto que produce su lectura es claramente este último. Y lo que es más, no sólo pareciera que la novela fue escrita al vuelo de la improvisación sino que, por una hiperbolización de este recurso pareciera como si, en efecto, la historia se desenvolviera a medida que la vamos leyendo. Y creo que con esto puedo retomar algo de lo que mencionabas sobre un uso de características residuales de la literatura, como si el desafío que se impusiera Aira fuera cómo contar una historia cuando ya todas parecen haber sido contadas y su respuesta fuera ir más atrás, al principio de todo, y contar como si nunca se hubiese contado historia alguna.
Me quedo expectante a la espera de tu respuesta.
Abrazo
Ariel
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Querido Ariel,
El otro día le conté a una amiga sobre nuestro ejercicio. Me preguntó cuántos mensajes teníamos cruzados y si tocábamos alguna novela en particular. Sólo aproximadamente pude responder la primera pregunta, pero estaba seguro sobre la segunda: fuera de alguna que otra mención, a modo de ejemplo, de tu parte, no nos habíamos enfocado en ningún título de Aira. Me dijo que le parecía paradójico que existiendo tantos relatos no mencionáramos ni uno; y quiso saber si no creía que corríamos el riesgo de ser abstractos o demasiado generalistas. Quise explicarle que probablemente fuéramos abstractos, pero cuando estaba por desarrollar la idea (iba a decir, quizás hubiera sido un mal argumento, aun cuando se refiriera a algo cierto, que la literatura de Aira es abstracta), me acordé de tu comentario sobre la improvisación y cambié de idea: le dije que lo nuestro era una especie de improvisación crítica. Tributaria, probablemente, de la improvisación que ejecuta Aira cuando explica sus historias a medida que avanzan; cuando ejemplifica sus teorías con los hechos de la narración y cuando justifica los hechos de la narración con sus teorías. Le dije que habías dado con un rasgo particular, esos detalles sólo visibles para los escritores —o que sólo los escritores pueden describir de ese modo—. De hecho, le dije, había recordado el ensayo de Poe sobre la composición literaria. Se refiere al cuento, género que considera más plausible y adaptado a las condiciones de lectura de la vida moderna, una lectura que no debería requerir más de una hora y media. Poe dice que es un error escribir composiciones largas, porque la intensidad está vinculada con el tiempo, y que por eso la novela está en desventaja frente al cuento; porque la obra ideal es aquella que puede leerse en una sola sesión (cuya extensión máxima él fija en 90 minutos). Pero también se refiere a algo menos tangible, que es la composición, para lo cual menciona dos componentes: el efecto buscado (que pertenece al orden del pensamiento) y lo incidental, o sea, los hechos que se producen. Dice que es un error adaptar el efecto buscado a los incidentes. Se debe tener claro el efecto, lo que se pretende que sea el nudo de la acción dramática o de sentido, y luego adaptar los hechos a la mejor presentación de ese efecto. Creo que puede sonar anacrónico aludir a Poe cuando se habla sobre Aira, pero a lo mejor sirve para iluminar un poco ese panorama de improvisación ejecutada que mencionabas en el último mensaje, presente en sus relatos. Después Poe habla de la consistencia, referida al uso deliberado de las palabras más ajustadas al efecto que se quiere provocar. Poe concibe el cuento como una práctica de la inteligencia (se refiere a una inteligencia deductiva). Quizá la preceptiva de Poe esté entre lo más alejado de Aira; pero, quizá también, la impresión de relato improvisado que va sembrando su lectura se deba a esa distancia. Mi amiga dice que te quiere conocer.
Abrazos, S.
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Querido Sergio,
Había olvidado la expectativa y la dimensión concomitante de la espera que sobrevuela a todo intercambio epistolar. Ese estado de incertidumbre en el que uno de los interlocutores queda después de enviar su carta, en el que se pregunta si la esquela habrá llegado, si no se habrá perdido en alguna oficina postal, si no habrá escrito mal la dirección y después, si triunfa la fe en que la carta ha llegado a destino, la duplicación de las mismas dudas e incertidumbres proyectadas sobre la carta del otro. Todo ese mundo de interrogantes epistolares hoy disuelto por la inmediatez de las comunicaciones se me volvió a hacer patente al calor del entusiasmo que me despierta este intercambio. Asimismo me hubiese gustado responderte más rápido, suele sucederme que al mismo tiempo que leo la carta voy imaginando mi respuesta; claro que es una respuesta difusa, fantasmal, pero en la imaginación parece estar ya redactada. Pero por diversos motivos, me vi obligado a postergar mi respuesta y ya no recuerdo qué es lo que había pensado al leer tu carta por primera vez. Esto me recuerda que hay una importante cuota de improvisación en el género epistolar. El clima, los sucesos del día, el momento y el lugar en el que uno se sienta a escribir forman parte de la carta, estén explícitos o no. De miles de respuestas posibles sólo una se materializa, pero todas las otras la habitan como fantasmas que la recorren de punta a punta. Concuerdo con tu amiga en lo curioso que resulta que no nos hayamos puesto a hablar sobre alguna novela de Aira en particular, sucede que ¡hay tantas! ¿por cuál empezar? Yo creo que este dilema paralizante podría llevarnos todo el intercambio sin que pudiéramos ponernos de acuerdo. Te confieso que mucha gente que leyó mi novela y no había leído a Aira me consulta qué novela les recomendaría para empezar yo no sé qué decirles, de hecho creo que a todos les recomendé un libro distinto. Me aterra recomendarles un título equivocado y que se pierdan una obra tan maravillosa por un simple malentendido. Y, por otra parte, pienso que podrían arrancar por cualquier lado. Alguna vez pensé que la obra de Aira funcionaba como una lengua, en la que una palabra contiene a todo el sistema (sin el cual por otra parte carecería de significado). Sospecho que no soy el único al que le sucede esto. Hace un tiempo un suplemento cultural lanzó una encuesta entre escritores, editores y críticos acerca de cuál era su novela de Aira preferida. No tengo a mano el escrutinio, pero creo que no hubo casi ni un título repetido, todos elegían un libro distinto y, como la encuesta pedía que se explicitaran las razones de la elección, todos presentaban un argumento irrefutable para sostener su decisión. Esto también me permite pensar que la obra de Aira es tan vasta que sería raro que entre sus más de setenta novelas no hubiera al menos una capaz de satisfacer el gusto de cualquier tipo de lector. Por otra parte, desde hace unos años asistimos a una suerte de "despegue internacional" de Aira (lo que ha repercutido también en un mayor reconocimiento local). Sin embargo, me intriga bastante saber cómo es leído Aira en otros paises (es decir, en otras lenguas, en otras tradiciones literarias). Lo digo porque Aira ha transformado la literatura argentina al punto de que nos resulte natural que ocupe un espacio central y, al mismo tiempo, la excentricidad de nuestras letras lo permiten (como decía Héctor Libertella: "en la literatura argentina hay que ir al margen para llegar al centro"). Por eso me pregunto cómo se leerá una obra tan original e imaginativa pero al mismo tiempo revulsiva para los estándares literarios convencionales (como por ejemplo y para mencionar el más sólido, la tradición realista de muchas literaturas). El hecho de que Un episodio en la vida del pintor viajero, que a mí me parece una de las novelas menos aireanas de Aira (una de las pocas, sino la única "basada en hechos reales") sea su obra más traducida, me da una pista y me desanima un poco al respecto. Cómo sé que vos estás en Nueva York, aprovecho para preguntártelo y sé que seguramente tendrás una idea mucho más acabada al respecto.
En referencia a lo que mencionabas de Poe, creo que Aira no acordaría con la cuestión del efecto, ya que muchas veces se manifestó en contra de cualquier tipo de literatura que busque generar un efecto determinado en el lector. Ahora bien, todos lo que lo hemos leído sabemos por experiencia propia que las novelas de Aira suelen mover a la risa, e incluso provocar carcajadas en los lectores y el mismo Aira se hizo cargo (e hizo un descargo) en su novela Cómo me reí en la que se lamenta amargamente (exagerando la nota) de que los lectores sólo elogien sus novelas mentando cuánto se rieron con ellas. Por lo que me parece que estás acertando en una de las contradicciones de la obra de Aira: una literatura alejada de todo efectismo que, sin embargo, produce un efecto concreto, aunque pensándolo bien tal vez una cosa explique la otra. Será un gusto conocer a tu amiga.
Abrazos,
Ariel
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Querido Ariel,
Me parece muy oportuna la pregunta sobre la recepción de los libros de Aira en Estados Unidos. Pero, ay, ¿eso indica que nuestra conversación sobre la propia materia estaba languideciendo? Espero que no, aunque recojo el viraje con el mayor de los entusiasmos posible para alguien que a veces se ve a sí mismo como un inentusiasta más o menos crónico. La primera observación que puedo hacer es aproximadamente obvia, es lo que mencionás; el hecho de leer una obra desde otro lugar y a partir de distintas premisas críticas y literarias en general. Es un muy interesante ejercicio leer algunas críticas sobre las ya bastantes novelas de Aira traducidas aquí, te da la sensación de ver algo conocido pero con colores diferentes y con ángulos algo insospechados —o por lo menos desatendidos. Pero debo desviarme un poco y decir que esto no ocurre sólo con Aira sino con todos. El estándar del comentario crítico especializado (aunque periodístico) es sumamente descriptivo sin parecer irrelevante. Es como si el comentador se pusiera como objetivo esencial transmitir su experiencia de lectura más que un saber vinculado con ese libro o ese autor. No quiero decir que no esgrima ningún saber, al contrario, sino que lo usa como soporte de las reflexiones derivadas de la lectura. Y como se trata de transmitir una experiencia, se pone especial cuidado en describir el estilo, la condición de los personajes y el tipo de historia de que se trata y su relación con los géneros más o menos convencionales. El estilo suele ser lo que primero y más se describe, porque ilumina al lector del comentario y porque, obviamente, relata la experiencia de lectura. Llama la atención la agudeza asociada a la precisión verbal de los comentarios; agudeza que no siempre está determinada por especiales dotes discursivas, sino por la posesión de una profusa galería de conceptos y términos de comparación con diversos formatos literarios y artísiticos. (Este tema daría para un epistolario aparte, así que retomo.) El segundo efecto que a veces produce leer los comentarios sobre novelas de Aira, pasa por comprobar la pertinencia de las relaciones que se proponen. Parecido a cuando decimos que "la mirada a distancia" o la ajenidad permiten circunscribir un objeto de modo distinto. Asistimos a lo que esos comentarios "ignoran" o pasan por alto, relativizamos varias de las presunciones o conclusiones sobre esas obras; pero al mismo tiempo reconocemos una lógica recta cuando se mencionan cosas como "procedencia surrealista", "tramas de película clase B", "estilo ligero", "espectro autista", etc., sin las salvedades o generalizaciones locales a las que estamos acostumbrados. Quiero decir, sucede con Aira lo mismo que con otros autores: tienen el privilegio de ser descriptos con detalle y curiosidad. Es la curiosidad activa la que transmite la experiencia de lectura. Otra cosa importante que uno encuentra, relacionada con lo que vengo diciendo, es la presencia del eje histórico, contextual literario o político como marco para describir algunas de las operaciones de los textos de Aira. Y a veces uno se encuentra con ensayos bastante reveladores, porque conectan cosas que para nosotros quizás sean invisibles de tan habituales. Hay por ejemplo una muy interesante presentación de Aira en The Nation. Es un artículo de hace dos años, creo que es un buen ejemplo, también, por lo siguiente: uno se entera de cosas que no conocía (por lo menos yo). Y ese nuevo conocimiento se debe a la gran dosis de información que los textos de presentación de autores extranjeros deben tener. De hecho, uno se entera de que, por ejemplo, Aira estuvo preso varias semanas en 1972, cuando trata de evadir una manifestación estudiantil pero lo agarra la policía. En general, es habitual ver en las reseñas sobre los libros de Aira (creo que ya son como 12, casi todos publicados por la muy prestigiosa editorial New Directions, de Nueva York) alusiones a los "fanáticos de Aira". Es evidente que hay un público muy interesado en sus libros. Es un público pequeño, quizá proporcionalmente más pequeño que el argentino, pero que ya estableció una firme lealtad con la literatura de Aira. En general, la crítica de los libros Aira está anclada sobre todo en internet, donde están las páginas o revistas más activas y curiosas. Si vas al sitio de New Directions, en la página dedicada a Aira hay enlaces a críticas y comentarios sobre sus libros. Otro punto a mi parecer importante es la recepción académica de Aira en Estados Unidos. Creo que en este ámbito se produce un fenómeno inverso a lo que ocurre con la crítica periodística. Uno puede ver la complejidad y textura de la crítica académica de Aira escrita desde la Argentina y América Latina en general, pero a veces en la universidad estadounidense tiende a leérselo de un modo algo esquemático, presentando sus novelas o peripecias como ejemplificaciones ajustadas a categorías o premisas de tesis culturales muy poco sofisticadas, quiero decir, como una mera traducción o cristalización literaria de esas tesis.
Termino con la idea del desánimo. No te desanimes. Como dijo Graciela Montaldo (perdón, inevitable mención), acaso la obra de Aira sea, como la de Borges, una literatura para multitudes. Probablemente está bien que así sea.
Abrazos, S.
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Querido Sergio,
Como dijo Charly García, no me dejo desanimar, al contrario, este intercambio me entusiasma y me ha hecho pensar de nuevo muchas cosas que daba por sentadas sobre Aira y que ahora pongo en estado de duda, en suspenso. Si te consulté por la lectura que se hace de Aira en el extranjero (y si esto suena muy ampuloso, o provinciano, digamos en Estados Unidos) fue porque me anima una genuina curiosidad por cómo se lee a un autor como Aira en otra cultura, bajo otra lengua y bajo el amparo de otras tradiciones literarias y temía que el intercambio concluyera sin haber podido satisfacer mi curiosidad. Y tu respuesta fue, más que completa, exhaustiva y el artículo que me recomendaste resultó muy instructivo al respecto. Debo decir que me sorprende que se relacionen de forma tan estrecha las novelas de Aira con el contexto histórico, social y político del país en el momento en que fueron escritas. Pero como bien decís ahí puede haber un "punto ciego" que nuestra propia familiaridad con la historia argentina hace que pasemos por alto. Por lo pronto sí se puede decir que leen a Aira de un modo bastante distinto a la lectura vernácula (que en muchos casos lee a Aira con conceptos tomados de su misma obra). Es cierto también lo que señalabas con respecto al detalle biográfico, cárcel incluida, que aparece confirmada por el mismo Aira. También resulta interesante observar la recepción crítica y periodística de sus novelas, de algún modo Aira les está llegando a ellos como novedad, en el cuentagotas de las traducciones, mientras que acá su aluvión prolífico ha dislocado la lógica de lo que el periodismo cultural concibe como producción literaria. Yo creo que ese es uno de los motivos por los que muchas veces no se reseñan sus novelas: su multiplicación de títulos contradice la noticiabilidad que para el periodismo debe tener la publicación (en virtud de la cual un escritor publica un libro cada tanto tiempo y ese hecho es noticia o incluso acontecimiento si el escritor es muy importante y lleva mucho tiempo sin publicar). Con Aira se invierten los términos y la noticia para el director del suplemento sería que no hubiese publicado nada a lo largo de un año (algo que, por suerte, hace veinte años que no sucede). De algún modo nos hemos habituado a convivir con Aira como supongo en otro momento se convivía con Borges, menos como un acontecimiento extraordinario que como un dato de la realidad.
Dos cosas más de las que estuve pensando, por un lado retomando la cuestión biográfica, querría señalar una veta que me parece poco abordada por lo menos en el ámbito local, que es su producción "autobiográfica". Y lo pongo entre comillas porque en realidad se trata de un trabajo subversivo, de demolición de cimientos de ese género (en consonancia con un auge de ese registro en la última década). Me refiero a novelas como El llanto, El tilo, o Cómo me reí, por mencionar algunas de ellas, en las que Aira parece abordar el género autobiográfico en la variante de las memorias y al que alimenta con datos cuanto menos verosímiles (habla de su infancia en Pringles, por ejemplo) para después torcer la trama hasta que la inverosimilitud o la contrastación con la realidad obligan a abandonar el famoso "pacto autobiográfico" y leer como ficción. A mí mismo me pasó que con motivo de este intercambio aproveché para ponerme al día con algunas novelas de Aira que compré en su momento y no había leído y mientras abordaba Cómo me reí le comenté a un amigo "¿Sabías que el abuelo de Aira tenía una fábrica de azulejos en Pringles?" con total certeza para después seguir leyendo y comprobar que todo eso desembocaba en una trama, por decirlo rápido "aireana". Con eso quiero decir, Aira frustra el pacto autobiográfico contaminándolo con la ficción más pura, ¿pero no pone en evidencia la ficción en juego de toda autobiografía?
Por otra parte, y para terminar, retomo tu comentario sobre los fans norteamericanos de Aira y posibilidad de convertirse en autor "de multitudes". Creo que Aira es de esos escritores que crean a sus lectores. Por eso cuando alguien me cuenta que leyó una novela de Aira y que no le gustó le recomiendo que lea al menos una más y si puede dos; tres novelas me parece suficiente para saber que uno no se va a convertir en lector aireano. A algunos con una nos basta y a esos les envidio sanamente el placer del descubrimiento que les está deparado. Así como yo tuve el mío leyendo Taxol y en seguida La liebre. Es muy probable que los conversos se vuelvan fanáticos y agentes de contagio, pero ignoro cuántos lectores propios será capaz de producir la obra aireana y cuánto perdurarán en el tiempo, pero como dijo Héctor Libertella, "donde hay un lector, hay un mercado", y yo pienso en esta frase no solo en sentido económico, la asocio en mi cabeza a la agitación, el bullicio, los olores y hasta los peligros que habitan los mercados. Donde hay un mercado, hay vida.
Abrazo grande,
Ariel
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¡Cómo! ¿Se terminaba? Creí que íbamos a seguir para siempre... Pensé por ejemplo que recién cuando Aira publicara su libro número mil, Idez y yo íbamos a condescender a referirnos a alguno en particular --para lo cual crearíamos, a través de varios correos, un elaborado sistema de cálculo, medio cabalístico, para obtener el número mágico, ese que diese cuenta del "procedimiento profundo"--, por ejemplo la novela 872. Y más adelante nuestra postulación común podría consistir en que luego de cierto punto o momento, las novelas de Aira se borran, o enmudecen, por acción de las nuevas. Una nueva liquida otra anterior, de la que es versión negativa, como en los mundos paralelos. Aira como el primer escritor de la historia que logra destruir su propia obra sin recurrir a procedimientos físicos, sino por acumulación inversa, semejante a los trucos de varios de sus magos o de algún demonio indígena de sus historias.
Saludos, Sergio