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Melodía desencadenada
Bailar
Por Julián López
Tres escritores y una cantante se animan a contar canciones. Haciendo el siempre difícil ejercicio de elegir “la” canción que no pueden dejar de bailar (o esa que arruina las fiestas), contarán qué les pasa con esas melodías y letras.
No. Nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada me da tanta paja en la vida como la idea de una fiesta, de cualquier fiesta, una pereza moral de la que me cuesta reponerme. La invitación a divertirme me pone amargo, me pone chúcaro, a la defensiva, me pone quieto, un francotirador apostado contra la juerga. De todas maneras, a veces lo intento y deambulo por la idea de la fiesta con alguna voluntad de participación, con la fe de que esta vez me voy a soltar, que voy a lograr ser parte de la manada alegre y danzarina, pero, como el personaje de El rayo verde de la película de Rohmer, suelo terminar vagando por los bordes de la pista, mirando al DJ como a un San Expedito capaz de cumplirme el deseo de poner ese tema que me va a permitir desplegar toda la sensualidad que me presiento, esa sensualidad capaz de hacer que me descubras lindo entre la multitud de cuerpos fabulosos, que me mires y me veas como a una jirafa deslumbrante, atravesando veloz y graciosa la sabana, un cuerpo liberado por fin de los siglos de inadecuación que me entumecen las pantorrillas. Nada en esta vida me da más paja que la ilusión que me hace la invitación a una fiesta, la idea de que nos vamos a encontrar, en medio de cuerpos gráciles y a la moda, con fondo de chill out, de trance, de cumbia santafecina, de minuet.
Adoro bailar, creo que podría bailar Sweet dreams hasta el final de los tiempos, aunque me sujete un poco el cuerpo para parecer despreocupado. Adoro bailar, ejercitar la confianza de que en algún momento me vas a ver, que en algún momento vamos a transpirar esa ecuación química y perfecta de la atracción y la correspondencia.
Adoro bailar y bailar es como leer, casi lo único que hay para hacer en este mundo, para traducir el dolor de este mundo, el dolor de estar esperándonos sin comprender del todo al DJ.
Bailar y leer y escribir es lo que completa la experiencia, todo lo que le corresponde al espanto, al estupor, a la desesperación de encarnar en este derrumbamiento, en esta fiesta del saqueo, de la alienación y la crueldad.
Pero hay otra canción que ahora los invitaría a bailar para siempre: Virile, de The Blaze, suave y pegadiza, liviana y hasta un poco frívola, una base rítmica sin complejidad y una voz no demasiado brillante para una canción de amor, de ver el atardecer, de animarse al otro y sacudirse el miedo. Para que Fiesta deje de ser una invitación, para que Fiesta sea de ahora en más el resultado de este momento de estar vivos, aquí y ahora, encontrados, bailando.
Buenos Aires, Filba Internacional 2018