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#PremioFMF2024

El diablo de Arguedas de Betina Keizman

Seguimos presentando a las novelas y autorxs que forman parte de los 10 títulos de la Lista Larga del Premio Fundación Medifé Filba 2024. Hoy es el turno de El diablo de Arguedas de Betina Keizman publicada por Editorial Entropía.

¿Quién es Betina Keizman? 
Betina Keizman es escritora, traductora y ensayista. Doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México y Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, ha vivido, publicado y dictado clases en Chile, Francia, México y Argentina. Es autora de las novelas El diablo Arguedas (Entropía, Argentina, 2023), Recurso de Amparo (La pollera, Chile, 2018), Los Restos (Alquimia, Chile, 2014), El Museo de los Niños (Editorial Progreso, México, 2007) (infantil) y El Secreto de Marlene Rochoelle (Colihue, Argentina, 1997) (novela juvenil) y el libro de cuentos Zaira y el profesor (Beatriz Viterbo, Argentina, 1999). También es autora del libro de ensayos Promesas radicales en las literaturas del presente (Overol, Chile, 2022).

¿De qué se trata El diablo Arguedas?
Un día, tocan la puerta de una peluquería en una ciudad indeterminada y distópica de América Latina. Irene, su dueña abre la puerta y se encuentra cara a cara con el diablo del escritor peruano José María Arguedas. 
La peluquera en contra de todo sentido común, acepta que se quede y lo aloja en su local. A partir de entonces todas el diablo de Arguedas pasa a formar parte de las e intrigas conversaciones entre peluqueras, coloristas, policías y vecinas girarán en torno a la peluquería. En la novela, se aborda un mundo distópico con elementos latinoamericanos que conjugan símbolos, humor, delirios e imaginario del territorio. ¿Qué puede ofrecer un diablo en un mundo endiablado? es la pregunta que atraviesa la novela. 
“Era un gran escritor, indio de sierra, o era al revés, hijo de criollos. Personaje suficiente que rehusó ser aculturado. Vaya palabra de mierda. Si uno conociera el futuro, todo lo haría distinto, piensa Irene. Pero lo que no ha sucedido mucho menos es susceptible de ser ser reparado”, dice en alguna parte de la novela. 

Le hicimos unas preguntas a Betina y esto fue lo que nos contestó:
1. ¿Qué significa formar parte de las diez novelas finalistas del Premio Fundación Medifé Filba?
Cada vez se publica más y los libros permanecen exhibidos, con suerte, una semana -sumemos a estas dificultades la crisis económica en Argentina, los precios de los libros disparados y el impacto en el mundo editorial- entonces, este premio es un cono de luz que ilumina algunos libros. No son todos, no sé si son los mejores, aunque de seguro son libros muy buenos. Si considero las diez novelas finalistas, en el conjunto prima la diversidad y aplaudo la intención de premiar escrituras menos convencionales. Estoy feliz de que El diablo Arguedas obtuviera esta nominación y por qué no, es una caricia para la vanidad.

2. ¿Cuál fue el disparador que te llevó a escribir esta novela? 
Nunca sé muy bien de qué trata la novela que estoy escribiendo. El diablo Arguedas partió con una escena. Un diablo se le aparece a una peluquera migrante, en un mundo algo distópico, en una ciudad latinoamericana incierta. Descarté un diablo mefistofélico, pensé en un diablo exento de la carga cristiana, un diablo andino o pagano, de Europa del Este, un diablo dado al disfrute, cultor del desborde, la burla y el chasco. A continuación, surgió otra idea bastante caprichosa: que el diablo sería el escritor José María Arguedas, un muerto desmemoriado en un mundo sofocado por el exceso de información. Tenía muy presente la novela de Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo, que es extraordinaria y ha sido injustamente olvidada. Cada universo requiere un lenguaje, y mi urbe latinoamericana transita un cocoliche de modismos que inventé, disfrutando el ritmo de la sintaxis y el sabor de cada palabra. Ese espíritu lúdico cuajó en la novela, lo deje ir, sin preocuparme demasiado por las interpretaciones.

3.- ¿Qué permite la novela como género que sea distinto a los otros? 
Me gusta la impureza de la novela. El cuento tiene una estructura más cerrada, cultiva un sentido más específico, mientras que la novela invita a la deriva y a la invención. Elijo la novela porque prefiero la duda a la prepotencia de la respuesta. Es una cuestión de compostura. De un lado tenemos un sujeto bien equilibrado sobre sus pies, cada cabello donde debe estar, la ropa a tono; pero yo prefiero ese momento en que alguien está a punto de caer. Ese instante de desequilibrio anima la novela.  Me gustan las situaciones en que se pierde compostura, se manotea para asir el aire, la respiración se agita, alguien descubre su propio cuerpo y los objetos se mueven. 
Al mismo tiempo, el carácter exploratorio de la novela es una respuesta eficaz a la acometida de la literalidad. Por literalidad me refiero a la enfermedad del presente, ese achatamiento de los matices de las experiencias, que frente a un problema estimula, acaso, dos o tres argumentos o soluciones, y sanseacabó. Esa literalidad, tan contemporánea, empobrece nuestra experiencia del mundo. No estoy haciendo un elogio de la originalidad. La novela es un género tejido con las voces de otros, es el espacio de lo que no termina de expresarse, de los pensamientos a contracorriente, arbitrarios, mordaces. Esa libertad formal e imaginativa solo lo propone la novela y, a veces, de otras maneras, el ensayo. 

Erri de Luca, que es poeta, lo escribe así:
apunta al borde, costea,
el lanzador de cuchillos acierta desde lejos,
error es alcanzar el blanco, la virtud es fallarlo.

4. ¿Qué libros tienes en tu mesita de luz?
En este momento, Memoria de chica de Annie Ernaux y estoy releyendo Nadie apagaba las lámparas de Felisberto Hernandez y La rosa en el viento de Sara Gallardo. Acabo de terminar una biografía de Allain Kardec, bastante mala, y todavía no devolví a mi biblioteca Los últimos días de nueva París, de China Mieville, un ejemplo de cómo se puede seguir escribiendo ciencia ficción de un modo notable, sin mensajes o juicios evidentes.

5. ¿Cuál es tu palabra favorita?
Muchas palabras me gustan, por ejemplo, petricor. Es el olor a tierra mojada. Una palabra rara para un olor que todos conocemos y la mayoría aprecia. Me arreglé para incluirla en el desenlace de El diablo Arguedas.

6. ¿Por qué seguir escribiendo?
Me encanta escribir, no me imagino una vida diferente a la que llevo, al menos en ese sentido. Aunque supongo que la pregunta presume un alcance social o comunitario de la escritura. Si es así, debo decir que la escritura no sirve para nada, no es utilitaria. Pero justamente debido a esa gratuidad, por la experiencia de desborde y de imaginación que involucra, es el peón de una milicia pobre que resiste a la homogeneización creciente de nuestros días. Desde una zona lateral, promueve experiencias que están en franco retroceso: exponerse a la inquietud, producir algo por qué sí, pensar por fuera de lo estipulado, detenerse, sacar conejos de la galera, articular pensamiento, precisión e invención. Mi diablo intenta entender el mundo, busca en internet, encuentra Alzheimer, la locura de las propuestas económicas y sociales de Friedman, el mundo fungi. Cuanta más información acumulamos, mayor es el ruido, menos sabemos y menos entendemos. El diablo Arguedas es una novela que respira esa dificultad de avanzar en la diversidad de lo existente, cómo vivir con los otros, de qué modos transitar el presente.
Seguimos escribiendo por la misma razón que el escorpión de la fábula pica a la tortuga que lo salva: porque está en su naturaleza.  Tal vez los humanos no tengamos grandes diferencias con los ratones, o los grillos, o las luciérnagas, pero conocemos la palabra, y estamos a su servicio. La escritura es plenamente humana, no por lo que expresa a nivel de la anécdota, sino por lo que realiza, por quiénes somos en ese momento espléndido, cuando leemos y cuando escribimos. 

Le preguntamos a Sebastián Martínez Daniell, editor de El diablo Arguedas, por qué Editorial Entropía publicó la novela y esto fue lo que nos dijo:

1.- ¿Qué fue lo que encontraste en la lectura de El diablo Arguedas que te llevó a publicarla?
La novela de Betina Keizman fue una lectura gratamente inesperada, una anomalía bienvenida en muchos aspectos. Primero por el mundo que propone: veladamente distópico, latinoamericano, cruzado por una pátina del fantástico que se potencia sobre el terreno de un realismo muy próximo. Para entender este cruce basta con mencionar la premisa inicial: un demonio que tiene la fisonomía del fallecido José María Arguedas se presenta de forma inexplicable en una peluquería de barrio. Y se instala en el sótano. A partir de ahí, y a medida que fuimos avanzando en la lectura, entendimos que sobre ese mundo se montaba una trama también insólita. Una historia que mezcla lo infernal y lo terrenal, lo horroroso y lo desopilante, lo profundo y lo irrisorio. Todo sostenido por una voz de una sutileza que hoy no es fácil de encontrar, un estilo con plena conciencia de las sonoridades y la música de las palabras. En definitiva, un deleite para la lectura.

2.- ¿Cuál es la ventaja de que una novela de la editorial esté dentro de las 10 finalistas del Premio Fundación Medifé Filba?
Tal vez todo premio literario proponga e irradie, mediante sus nominaciones, un mapeo de lo que se escribe en un determinado territorio, en una determinada época. En este caso, y considerando el prestigio que tiene el Premio Fundación Medifé Filba, el solo hecho de figurar dentro de esa cartografía ya coloca a cualquier título dentro de un dispositivo de difusión que potencia su visibilidad y su circulación. Su lectura, en resumen. Esto por no mencionar, además, el reconocimiento, el aliento y el impulso que implican estas nominaciones para los autores y las autoras.