
Gabriela Halac de Ediciones DocumentA/Escénicas
Editores #PremioFMF
Para nuestro Premio Novela Fundación Medifé-Filba, también hablamos con los editores de los diez títulos finalistas. Porque poca labora más importante que la de editar. Y entiéndase por editar, corregir, limpiar, dar brillo, sumar, restar, hasta musicalizar un texto.
Hoy: Gabriela Halac sobre Maratonista ciego de Emilio García Wehbi.
Cuando Emilio García Wehbi llegó a Ediciones DocumentA/Escénicas en 2011, nos encontramos con la potencia de su escritura capaz de romper cualquier límite o frontera, algo que alimentó el mutuo interés por la emancipación del mandato de los géneros. Maratonista Ciego, su primera novela, podría leerse como una digresión en este camino, sin embargo, aparece como otro gesto del mismo movimiento, ya que en ella realiza un juego sutil con las leyes y mandatos del género, pero también con sus límites. El texto se despliega en clave de novela personal y expone la singularidad de esa escritura: “Miedo. Me voy a tomar un tiempo para desviarme hacia mi miedo. Es tiempo”. Con esta enunciación el autor “hace cosas con palabras” y nos transforma en un Virgilio que avanza con la lectura para acompañar y atravesar esos miedos.
Maratonista ciego toma posición en relación a la forma del relato: la vida puede contarse en fragmentos y es quizás en su escritura-lectura donde anida la posibilidad de enhebrarlos. Esta novela es una trama en la que convive lo existencial, lo perturbador, el arte, el humor, la ternura, la belleza y lo banal, diversidad que nos impulsa a desplazarnos por ese mundo y expandir a cada paso nuestras formas de leer. Wehbi configura lo que podríamos llamar “una novela contemporánea” que además de lo que narra, reflexiona sobre sus propias condiciones y riesgos: “¿Hasta cuándo callar? ¿Desde dónde empezar a hablar? ¿Cuánto hay que narrar? ¿Hasta dónde hay que hacerlo? ¿Cuál es la medida del recato, del decoro? ¿Quién es el que habla, quién el que calla? (…) Está de moda decir que lo personal es político. Pero no es así de simple. Muchas veces se confunde lo personal con lo privado. Y la exhibición de lo privado no es un hecho político, sino uno pornográfico.
Maratonista Ciego -por su capacidad adictiva e hipnótica-, produce una lectura maratónica inducida por el deseo que alimenta, el de llevar adelante y sin respiro esta aventura conjunta con el narrador. Pero es además una novela que trae implícito un pacto de lectura, un salto de fe que nos pide correr a oscuras, sin saber a ciencia cierta qué es realidad y qué es ficción. Dice al inicio de esta carrera: “todo lo que el texto aguante” y la capacidad del texto para sacudirnos aguanta muchas lecturas como si se tratase de una novela circular e inagotable, de múltiples entradas. Quizás porque Maratonista Ciego también es una novela manifiesto en la que Wehbi escribe “a fuego lento” hasta que todo forme parte de lo mismo. Una vida alimentada de la literatura, el teatro, el arte contemporáneo, que se permite suceder por igual en los mundos de la realidad y la ficción, unidas a fuerza de habitarlos y escribirlos.
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