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#FilbaRosario

​Con aires de río - Poesía

Pedimos a tres poetas rosarinos que seleccionen algunos poemas propios para compartir como en una lectura de poesía. Los compartiremos a través de las redes de Filba, como si estuviésemos todos juntos, mirando el río mientras los leemos. 

Invitados: Osvaldo Aguirre, Daiana Henderson y Bernardo Orge

2 poemas de Osvaldo Aguirre


¿Qué harías?

¿Qué harías si me despierto
en medio de la noche?
Aun pensaba en esa pregunta
cuando iba por la ruta y la tormenta
se desató. Y la que hiciste
a continuación también resonaba
como las pesadas gotas
de lluvia. El asfalto no se distinguía
de la banquina, y en el carril
contrario un auto avanzaba
a tientas con las balizas,
a la deriva en la oscuridad.
Estaba la curva, el camping
de los metalúrgicos
y la estación de servicios.
Por suerte conocía el camino.
Apagué las luces,
detuve el motor y le hablé
al agua y a la noche
como a un dios
al que quisiera apaciguar.


Un día de visita

En la puerta, al sol,
una vieja agria
en silla de ruedas,
con una pierna amputada,
parecía recibir a los visitantes
como si quisiera asegurarse
de que la vieran.
¿Hablamos de eso,
en el viaje?
Creo que no,
como pasamos por alto
al ingresar en el hogar
todas las miradas puestas
en nosotros, lo más vivo
de aquellos cuerpos
vencidos por los años
y el encierro. Apenas
esperan un saludo
en esas ocasiones,
y que te detengas
un segundo ante cada uno.
Como la vieja en la puerta.
La culpa y la vergüenza
no solo nos enredan
sin remedio ni provecho,
también nos hacen creer,
sospecho, que ver a un viejo
es un deber familiar.
Y sin embargo la vida
sigue transcurriendo,

sin embargo hay más
palabras, más abrazos,
hay más sorpresas,
más promesas y con ellas
la idea de que mañana
o la semana que viene,
y las fallas de la memoria,
los malentendidos,
las cosas que repetimos
dos y tres veces tienen
también su gracia.

No sé si más fuertes,
no sé si felices, en todo caso
salimos repuestos del calor
y del viaje, aquella tarde
de verano dejaba una huella
para continuar. Lo que ella
te dijo era tan simple,
su voz era igual
de firme que antes,
nos detuvimos para escuchar
y seguimos en silencio
un momento después
que terminó de hablar
para asegurarnos
de lo que había dicho,
¿no? Fue una novedad.
Y nos demoramos
otro rato al salir,
frente a la calle de tierra,
como la vieja que esperaba
las curaciones del sol
para su blanco muñón.



2 poemas de Bernardo Orge

Querido amigo y corredor inmobiliario Walter Gargarella:

supe que este no sería un día cualquiera ya cuando hablamos por celular.

No tuve más que escuchar tu voz calma, grave, sincera, para saber que a diferencia de lo que había esperado eras un hombre sensible, dado.

Pronto en el baldío de mi impaciencia y a pesar de la ansiedad que me gobernaba con gracia descriptiva lograste levantar, a fuerza de la especificidad de tu vocabulario, muros portantes, dinteles, vigas, aberturas y, como corolario, la luz que los cuartos inundaba: una vida

entera en ese lugar armaste para mí, Walter.

Así que cuando finalmente fui a ver el departamento y me extendiste la mano… ¡qué momento! No sabía si venía a conocer la propiedad o a conocerte a vos en realidad.

¿Vos sos Bernardo, no? —me dijiste.

Y yo por poco me tardo en responder más de la cuenta, mareado por el olor a menta que salía de tu boca, desconcertado por la prolijidad de tu ropa.

Erguido, limpio, perfectamente afeitado, tu estampa era la de un soldado del negocio inmobiliario parado en medio del calvario del déficit habitacional.

Eras algo nuevo para mí, original, serio, pero amable, copado, pero responsable… No conozco mucha gente así, entendeme.

Capaz por eso cuando me preguntaste —Y vos por qué te mudás, nene?— te conté toda la verdad. 

Fue esa cordialidad tan tuya, tan genuina, lo que me ablandó. Y lo agradezco un montón, en serio, necesitaba ser sincero con alguien como vos. 

Ruin oficio el tuyo Walter, lo sé, uno en el que se cobra por ofrecer lo que a alguien le sobra, a otro que le hace falta. 

Y para peor impactan tus honorarios no sobre quien solicita el servicio, el locador, sino sobre quien lo realiza, el locatario.

Pero sé también que de este orden precario, injusto, abominable, vos no sos el culpable: locatario entre propietarios, locador entre inquilinos, vas, encontrando tu camino, me consta, abriendo y cerrando puertas, a donde te lleve el destino.

Y con cordialidad experta pero genuina a la vez, como dije, hacés tu trabajo: estirás y estirás el brazo, estrechas una mano y la otra, en una larguísima cadena que atraviesa barrios, centenas de cuadras y avenidas y que jamás se corta.

En eso se te va la vida, Walter, y ya a esta altura te es difícil diferenciar lo que es irse de lo que es llegar.

¿Quién es el que viene, quién se va? ¿Hay en eso alguna diferencia o es solamente una impertinencia del azar?

Desde el fondo de tu abismo, hola y chau significan lo mismo, y por un momento, Gargarella, gracias a la fría estela de tu amabilidad yo también pude sentirlo —y cómo lo necesitaba—

también estuve en ese limbo
donde hola y chau significan lo mismo

hola y chau significan lo mismo!



Titular, titular… no puedo ser titular y las caras de los alumnos se me empiezan a mezclar en la cabeza y en lo profundo de mi ánimo me hundo y no sé quiénes son ellos, quién soy yo…

Por un pasillo larguísimo voy, a un lado y al otro aulas, no veo el final y Claudia, una insomne preceptora, me llama y grita —ya es hora de que entregués las planillas!

—¿O es la regente, Mimí, o es mi mente que habla sola y no una preceptora? No sé…—

Mientras en el patio un ciempiés enorme termina de izar la bandera y, ay, sube las escaleras, viene al pasillo donde estoy y no sé quiénes son ellos, quién soy yo.

¿Qué mensaje el Ministerio con el burocrático misterio que lo caracteriza quiere darme, con este salario de hambre y perdido en el escalafón, de escuela a escuela sin ton

ni son, o eso parece, me tienen y mi mente cuece pulsudo guiso de alumnos.

Es un hermoso monstruo de cuerpo andrógino y rostro variable lo que los cables de mi cabeza construyen, en el que las facciones se sustituyen unas a otras a gran velocidad recorriendo las listas y ay: los quiero de verdad a todos

Forman un golem y en ese lodo por ahí reconozco a alguno

¡Veo a Romero, lo juro! Paraguayo, que la receta de su sopa secreta un día me reveló, y está Villalba también, que usó la palabra payé y el tímido, Juan, que sobre Dragon Ball
me habló todo un año lectivo y al otro ya no era huraño sino cool y esmirriado —gafas negras y bordados de bandas en la mochila…

…y creo ver a Melina, se me aparecen sus rasgos sumido en este letargo entre una escuela y la otra, en un colectivo que corta al medio toda la ciudad, la veo a Melina nomás, que cuando acabó la hora se quedó en el aula sola a terminar la consigna de producción.

Diez renglones, 20, 30, un montón escribía… escribía… un texto sin fin… y yo que me tenía que ir  no quería interrumpirla por miedo que al advertirla fuera a cortarle la inspiración…

—Me falta mucho, profe— entre oración y oración decía… ¿Qué hada

le dictaba palabras de la nada para que escribiera en su carpeta?

Con curiosidad indiscreta yo intentaba imaginar de qué iba ese relato, de qué iba y no podía…  barajaba alternativas a gran velocidad, igual, igualito, tal cual, ahora barajo las caras de ellos, mis alumnos, que tan bellos, me pasan por la cabeza.

Pero no había forma de tener certeza entonces de lo que Melina escribía, porque era algo inasible todavía imposible de corregir, tan puro que habitaba en el futuro y en la posibilidad… ahí está!

Ahora lo veo claro, capaz este adolescente sin cara que en mi mente tildada de reemplazante aparece no sea un castigo sino eso…

…pura posibilidad, 

El alumno del futuro que en el futuro 
siempre va a estar.

¿Será ese el mensaje que el ministerio
busca darme en su burocrático misterio?



2 poemas de Daiana Henderson

Vuelvo del chino con
el pelo atado, calzas
remera larga, zapatillas
y dos botellas que tintinean
en mi bolsa de tela
que compré calientes
porque salían más baratas.
Cruzo la calle a mitad de cuadra en diagonal, antes miro.
Y llevo en una mano un paquete celeste
y con la otra extraigo fantasías de maíz inflado
queso deshidratado y colorante amarillo rocú.
De repente me golpea un pensamiento viejo.
Sí. Sí. Sí.
Esta es la idea, más o menos simplificada
que de chica me hice de una mujer.



Hola lobito, por qué estás triste?
Lobito, te puedo ayudar?
Sabés hablar, lobito?
¿Cómo? No te entendí.
Podés repetirlo? Más fuerte.
Prometo. No se lo digo a nadie.
A nadie.
Más lento, a ver, empecemos de nuevo.
Sí, hasta ahí entendí, y después?
Pero cómo? Es una forma de decir, no?
A quién le pasó eso? Vos lo viste?
Es gravísimo lobito lo que me contás.



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Osvaldo Aguirre (Colón, Buenos Aires, 1964) publicó, entre otros, los libros de poesía Las vueltas del camino (1992), Lengua natal (2007) y El campo (2014); las novelas La deriva (1996), Los indeseables (2008), Todos mienten (2009), El novato (2011), Escuela de detectives (2014) y Leyenda negra (2020); las investigaciones Historias de la mafia en la Argentina (2000); La conexión latina (2008); Ingallinella, un hombre (2015), Enigmas de la crónica policial (2016) y La oscuridad dentro de mí. El relato femicida (2018); los libros de cuentos Rocanrol (2006), Notas en un diario (2006, 2019) y El año del dragón (2011). Compiló y anotó la Obra periodística de Francisco Urondo (2013), Correspondencia Mario Levrero-Francisco Gandolfo (2015), La vanguardia perdida. El humor de los 60 en 4 patas, Gregorio y La Hipotenusa (2016) y Les presentamos a R. J. Walsh (2018). En 2019 obtuvo el premio de poesía José Pedroni por el libro 1864 (en prensa).



Bernardo Orge nació en Rosario en 1988.



 (c) Giulia Antonelli
Daiana Henderson nació en Paraná, Entre Ríos, en 1988. Vive en Rosario. Co-dirige la editorial Neutrinos. Publicó, entre otros, El gran dorado (Ivan Rosado, Rosario, 2012), A través del liso (Determinado Rumor, 2013), Un foquito en medio del campo (Editorial Municipal de Rosario, 2013), Humedal (Liliputienses, España, 2014), la edición bilingüe So that something remains lit, con versiones al inglés de Lucina Schell (CardBoard House Press, EEUU, 2018) e Irse (Ivan Rosado, 2018).