Fundación FILBA

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Filbita 2015

Biografía

​Apegé

En mi niñez casi no hubo libros. Apenas una colección de seis títulos infantiles. Hubo campo, cañadas, soledad, montes, siestas, noche inmensa. Y la omnipresencia en mi biblioteca personal de un Pequeño Larousse Ilustrado. Más que con la literatura, mi vínculo de niño fue con la lengua.
En la adolescencia y una ciudad - pueblo, un libro por accidente robado de la biblioteca de los padres de una amiga: las obras completas de Oscar Wilde. Más tarde, la capital, la facultad y la diletancia: ciencias humanas y lo que fuera cayendo en mis manos a través de otras manos. Y la crítica, las páginas culturales; sobre todo algunas mujeres que me enseñaron a leer, y me dieron todas las pistas para perderme. Llegó el periodismo narrativo, cientos de crónicas. Primero en Brecha, ahora en la diaria.
También hubo cine, miles de horas, voracidad por las imágenes. Y después la convicción de que la vida y la escritura son casi lo mismo, o esa extraña enfermedad que trae el lenguaje (quizás remota, fundada en aquel diccionario de niño): todo puede ser puesto en letras. Hasta el silencio.
La escritura, entonces, como enfermedad o más bien delirio y correspondencia y disputa con el mundo, por ahora también destino; la lectura, la imagen y la vida (la propia y la ajena), antesalas de todo lo escrito.
Y lo que ahora llamo el periodismo de "textos". Escribo textos. Tengo dos libros publicados (Injuria y Provinciano), escribo ensayos (en Prohibido Pensar), edito a otros, coordino un taller de escritura: Máquinas de escribirnos. Y pienso cada día en dejarlo todo. Pero no sabría qué más hacer, cómo comer, de qué otra cosa morir.