Fundación FILBA

  1. EN
  2. ES /
Festival Nacional Santa Rosa 2021

Sábado 19 - 17 hs. (ARG)

LECTURA. Rosario Bléfari en Santa Rosa

Agregar al calendario

Santa roseña por adopción, la escritora, compositora y cantante Rosario Bléfari escribió una serie de notas preciosas sobre su relación con la ciudad pampeana. La Agenda las fue publicando de a poco, desde 2019 hasta el momento de su muerte. Para este Filba Nacional, hicimos una selección de algunas de esas notas y entradas de diario, para volver a ponerlas en circulación, y volver a respirar por un ratito la frescura de la escritura y de las ideas de la gran Rosario.

Agradecemos a La Agenda por habilitarnos la publicación de estos textos en  nuestro sitio. 

La dispersión también se escapa
Mi papá fue a comprar membrana, va feliz, se va en camioneta con un joven vecino y después la colocan sobre el techo de mi refugio abandonado.


Lunes

La ruleta de los días desacelera y me señala el lunes como el tiempo de dedicarse a ciertas obligaciones propias de los días hábiles, aunque hoy por hoy se desdibuje esa división y pareciera que todos lo son, o ninguno. Hay que hacer envíos, pagos, pedidos, llamados telefónicos a los que estaba desacostumbrada. Y me resisto. Además el calorcito, uno de los últimos tal vez antes del invierno, abre de nuevo el jardín. Ya no hamaca paraguaya ni reposera ni lecturas al aire libre desde hace rato, pero parece que hoy se podría estar un rato con las plantas aunque sea. La ubicación del rosal trepador que vino del vivero en camioneta y alguno que otro trasplante son posibles. Ampliamos el lugar del compost y el romero pasó de la maceta a tierra.

En la vida intramuros abandoné la carpa sobre la cama y directamente cambié de habitación hasta poder acondicionar lo que ahora entiendo fue mi refugio de verano. Entro a buscar cosas y me da pena no habitar ya ese espacio, me siento como cuando Heidi, Niebla y el Abuelo bajaban al pueblo y vivían en esa especie de casa en ruinas porque en la montaña no se podía pasar el invierno. 

El hijo de mi amiga, Romero, leyó una de mis partituras y la grabó, así, de primera lectura. Emocionante. Ya sé que es algo que compositores y arregladores deben haber experimentado muchas veces y no es ninguna novedad, pero para mí fue la primera vez. La partitura como código: mandé unos signos, volvieron melodías. Se puede escuchar su lectura, que es más que la simple traducción en sonidos, se escucha lo que interpretó y cómo lo interpretó. Una persona leyó signos y los tradujo en movimientos que produjeron sonidos organizados, música. Su forma de tocar esa secuencia de signos en particular se escucha en el apego o desapego por distintos tramos, una comprensión que remite a su relación con la lectura de partituras, al reconocimiento de unidades más o menos familiares. Hay algo mecánico, o mejor dicho ¿cibernético? mi idea, la escritura, la lectura, la traducción en movimientos y pulsaciones, la interpretación, la grabación y reproducción, mi escucha, todo eso conforma un sistema; y esa codificación, el registro en un lenguaje convenido, es algo bastante firme, de cierta sujeción. Los compases por ejemplo, ¿qué son los compases? No son la frase musical, son como uno de los miembros de una ecuación, una sucesión de compases es como una cadena de miembros en los que la línea divisoria es el signo igual, de esa manera todo entra en cierta grilla donde juegan un papel muy importante los acentos, todo lo que implican los acentos. El famoso Fuerte-Débil-Semifuerte-Débil del cuatro por cuatro, por ejemplo. En la poesía son asunto de la métrica, ritmo. Y en la música, el corazón de la melodía, podría decirse. 

En este sistema, estos supuestos elementos de control que son la notación tradicional y el instrumento –la guitarra también es un sistema relativamente estable–, se relacionan en ambos extremos con la inestabilidad y lo particular de los dos humanos que escriben, leen e interpretan.   

Claro que hay cientos de formas libres, que podemos anotar como sea, que podemos no anotar nada, siempre lo digo porque sé que es un empecinamiento que puede resultar retrógrado. Pero yo no lo considero así, no es de mi interés ahora todo ese otro universo, riquísimo, familiar, más apropiado para mí, el de una anotación libre.  Me interesa ensayar la estabilidad de la idea melódica, armónica y rítmica en la anotación, componer desde ahí, desde esa restricción y para eso está disponible este lenguaje en su forma más clásica o convencional. Incluso hay maneras de anotar las irregularidades, las excepciones.

Siempre me pareció estimulante la relación entre el sonido y la visualización de signos que se pueden escribir a mano con un lápiz sobre cinco líneas, esa relación con el dibujo. Dibujar nos abre otros caminos. ¿De qué me sostengo sino cuando improviso en el canto una línea melódica? Es la memoria y cierta conducción caprichosa, guiada por simpatías y rechazos, se avanza y se esquiva: por ahí si, por ahí no, subo, subo más, bajo, vuelvo a subir, esta vez más alto y me quedo, me quedo, caigo de golpe más abajo. 

La memoria funciona como almacenamiento de melodías que nos gustan, de lo que nos disgusta para evitarlo, y de los pasajes que son generosos con nuestra voz. Así, recurrimos a ese baúl, nos sumergimos en él y emergemos con trozos, tramos que vamos uniendo. Otra guía es la letra, si tengo una letra antes puedo actuar la letra, decirla de tal modo que exponga sentidos dramáticos, incluso sentidos que pueden llegar a estar en contrapunto con el sentido más literal. La melodía resignifica la letra o le suma una capa de sentido. Si se trabaja a partir de esta observación más dramática puede dibujarse exagerando la entonación del decir y moldearse a partir de ese punto de partida. Todo esto sería entonar, ponerle un tono a las palabras. “No me gustó el tono con el que me lo dijiste”, decimos.

Martes

Leo una novela modernista colombiana: De sobremesa, de José Asunción Silva. Silva se suicidó en 1896 y había tenido que reescribir la novela por perderla en un naufragio. Pero la novela se publicó en 1925 cuando él ya no estaba en este mundo, un mundo que además había cambiado sus horizontes literarios finiseculares. Me encuentro con que uno de los personajes, un médico que aconseja al poeta, se proclama en contra de la dispersión: “Te dispersarás inútilmente. No sólo te dispersarás, sino que esos diez caminos que quieres seguir al tiempo, se te juntarán, si los sigues, en uno solo”.

No parece ser tan peligroso seguir todos los caminos al mismo tiempo, menos aún si se juntan en uno solo. En mi caso no me preocupa para nada ese punto, es más, confirmo que mi método se trata de eso. De todas maneras, como no podía leer rápido y eso me ponía muy nerviosa, cuando terminé le atribuí el malestar general que sentía a ese esfuerzo, pero con los días me dí cuenta de que a pesar de lo lejano que puede resultar el texto me había afectado de una forma extraña. ¿El personaje se sume en la desgracia por culpa de su engolosinado pretenderlo todo?  ¿por dispersarse en vez de enfocarse y trabajar en sus versos, en vez de hacer una carrera de poeta, como le aconseja su amigo médico? Pero en nada de eso cree el apetito voraz del protagonista, aunque sufra. 

Me perturbó la discusión, por exponer un mundo inabarcable, por el derroche material en imágenes, esa desesperación por exhibir y renegar. En la vereda de enfrente de este diario -la novela es casi toda un diario-, como si se tratara de un ideal,  es mencionado y citado el diario de María Bashkirtseff.  Solo diré para quienes no la conocen que nació a mediados del siglo diecinueve en lo que hoy es Ucrania, y que pintaba, cantaba, tocaba varios instrumentos, hablaba varios idiomas, escribía y tenía una curiosidad inagotable. Murió de tuberculosis a los veinticinco. Su diario se le aparece al protagonista como un ejemplo de la manera en la que sí es posible, con mayor nobleza, quererlo todo. Sin desbarrancar. Me desbordó esa lucha amorosa que establecen ambos –el poeta y la artista– con el infinito; y en el caso de ella, con la muerte, que actúa como freno –ahí se termina sí o sí el querer más– y también como acelerador, porque su llegada inminente –la de la muerte– exacerba las ansias de ver, querer, probar, conocer, dejar algo más.

Miércoles[Julieta Venegas]
Desinstalé la carpa y con eso recuperé un poco de luz en el cuarto abandonado por el frío, quisiera poder usarlo, si no es para dormir, aunque sea como una especie de taller o lugar privado. Estuve filmando con el celular algunos objetos y escenas de trabajo y periferias del trabajo. Me vendría muy bien tener algún otro tipo de dispositivo filmador. De todas maneras puedo encontrarle la vuelta al celular si lo dejo en un lugar y hago planos fijos. Pierdo todo el día tratando de bajar a la compu los videos –que llenaron la memoria del teléfono– o de subirlos a algún almacenamiento nuboso. Logro hacerlo muy de a poco. Nunca consigo hacer que se comunique con la computadora.Por la noche encuentro entre los libros de la biblioteca, que ya expliqué en otras ocasiones que es una biblioteca enajenada de rejunte, museo y olvidos, el diario de María Bashkirtseff. Si no hubiese sido por la novela de Silva, no lo veía.

Jueves 

Mi papá fue a comprar membrana, va feliz, se va en camioneta con un joven vecino y después del mediodía la colocan sobre el techo de mi refugio abandonado. Pensamos que esto va a ayudar a la recuperación del espacio. Aislará del frío. Me encanta poder sentir todavía que mi papá es mi papá y aunque sea yo quien está para cuidarlo a él, en parte por eso vine a La Pampa, todavía puede hacer cosas pensando y actuando como un padre aunque yo sea una mujer grande. Mi mamá ya no está, pero si estuviera podría sentir esa protección de su parte también… por ejemplo una de sus ricas comidas de cocinera impecable, esa confianza que me daba su alimento, siempre sabroso, siempre sano, fresco, limpio, con la temperatura exacta; o uno de sus abrazos fuertes cuando me decía “te transmito toda mi fuerza”. Somos hijos y cada uno de estos gestos se cotizan más y más alto, se dispara  su valor, se va a las nubes a medida  que se acerca el final. 

Escribo el diario interrumpida todo el tiempo por el tema de la colocación de la membrana. Una casa, aunque pequeña, requiere mucha atención y a medida que pasan los meses y estamos todo el día en ella, nos demanda más y más. Como un barco. Y la nave va.

Viernes

Recupero el espacio de mi habitación pero todavía no me quedo a dormir, dejé la estufa prendida toda la noche y se va ambientando de a poco. Hoy es un día de sol de otoño, espectacular, como dicen los tucumanos. Me entusiasmé con lo de pedir cosas al vivero y hoy por la mañana llegaron plantas. Estuvimos haciendo jardinería hasta el almuerzo. 

Pude estar un rato largo después con los collages que había dejado empezados hace un mes, un mes sin tocarlos, un mes que estuvieron apilados en la habitación fría. No tenía ganas de hacer nada con ellos, no por algo en especial, sino porque no encontraba su momento y al estar apilados no los veía. Una amiga pintora, Alejandra Seeber, me sugirió que hiciéramos lo siguiente: que yo le diera instrucciones con las cámaras prendidas. Y ella los hacía a la distancia. Yo le dije pero ¿cómo voy a hacer? Es como trabajar con un asistente, me dijo; tenés que dividir el trabajo en pasos para poder transmitírmelo. Pero yo trabajo a partir de los papeles y los papeles están acá, Ale. Bueno, entonces lo primero será que me indiques qué material puedo recolectar, qué necesito para poder seguir después las directivas, ¿qué papeles tengo que reunir? Dejame pensar, Ale, no sé, no me siento tan profesional como para hacer algo así, soy una simple aficionada que prueba colores, formas, saca, corta, pega, arranca, nada más. Le prometí pensar y ver si se me ocurría qué decirle y cómo pero en realidad lo que voy a ver es si consigo reunir el deseo de probar desdoblarme así, de hacer además toda esa acción. En otro momento me hubiese gustado mucho que alguien como ella me propusiera algo así, y probar algo nuevo, pero estuve bastante rara todo el mes. Hablo muy poco, alguno que otro audio y nada de reuniones de zoom ni nada de eso.

Además, necesito otra computadora. Mi papá usa la suya bastante y no se la puedo pedir todo el tiempo. Ya no me acuerdo siquiera de mi computadora de Buenos Aires, le dije a mi hija que se la agarrara ella, que tiene programas instalados para grabar, que tiene todo. Debería quedarme después de hora escribiendo o grabando pero me siento muy cansada a la noche. Si pudiera trasnochar…Suelo tener insomnio todas las noches, pero si pudiera levantarme y encender todo, y encenderme…

Sábado

Voy al centro a hacerme un estudio. Me acompaña Dani Rodi, charlamos. Pero no sé de qué hablamos, de todo y nada a  la vez, es difícil hablar y andar deambulando en estos días, ella me acompaña a comprar alguna cosa, de nuevo el café. Nuestras conversaciones peripatéticas se distraen, se cortan y vuelven a empezar, nos marean los tapabocas, y me distrae mucho la ciudad, quiero mirar todo. Hay un poco de sol hasta que empieza a bajar la humedad y se nubla. Me voy a casa muy tranquila. Los collages todos desplegados sobre la cama de la habitación recuperada. La estufa encendida. Estudio, escribo, escribo y estudio. Quiero a la vez tocar la guitarra y ver una película, y escribir algo más en el papiro de los cuentos, tengo muchas ideas, el estudio me da muchas ideas, quiero probar cosas, pero no me alcanza el tiempo, quiero hacer todo a la vez y no se puede, se me acelera el corazón. Descansar me duele. Si me quedo mucho tiempo quieta en la cama leyendo o en el sillón al ver una película mi cuerpo se resiente. No elijo no descansar, no puedo hacerlo.

Domingo
Anoche vimos la versión de Jesse James dirigida por Henry King, con Tyrone Power interpretando a Jesse James, Henry Fonda a Frank James, su hermano y Randolph Scott como el comisario. Qué amado me resultó este Jesse, él todo, personaje y actor. El origen de su odio al ferrocarril: la empresa que le compra por una miseria la tierra a los pequeños granjeros. El engaño, la ilusión del progreso, el atropello, la voz de los sin voz, la crueldad (un niño es molido a trompadas por aconsejarle a su madre que no firme y que mejor consulten a un abogado). Y así nace la leyenda de un chico que con su banda asalta los trenes para que la gente no quiera viajar y le vaya mal a la empresa. Su devenir, la vida del eterno fugitivo, la traición (la recompensa como la forma en la que un Estado, complaciente con los poderosos y ausente frente a los más débiles, pone a trabajar de asesinos a sueldo a los mismos ciudadanos). La historia de amor también es lo compleja que tiene ser como para darle una dimensión más allá del romanticismo que se supone adoptan las relaciones en estas leyendas. Al fin y al cabo como la de nuestro Bairoletto, un pariente político no tan lejano, por cierto. Pero esa es otra historia.