Fundación FILBA

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Filba Escuelas

Filba Escuelas es un proyecto que contribuye con la formación de lectores y el desarrollo de las comunidades lectoras en el entorno escolar, a través de distintas instancias de encuentro, intercambio y formación.


A lo largo del año el equipo de Filba Escuelas abre un espacio de asesoría y diálogo con el equipo docente y acerca herramientas especialmente diseñadas para abordar el trabajo literario y creativo en clase. Además, invita a las escuelas a ser parte activa de la programación del Festival Filbita.

A través de Filba Escuelas chicas y chicoslectoras y lectores, se convierten en los protagonistas y artífices de la circulación de la literatura. 


Este proyecto, que nació en 2011, vuelve en 2024 con una propuesta de trabajo colaborativo entre la Fundación y las escuelas y un estrecho vínculo con el Festival de literatura infantil, Filbita.
Desde 2011 Filba Escuelas ha desarrollado actividades en más de 100 escuelas de la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, con la participación de alrededor de 4200 docentes de todas las áreas, bibliotecarios, directivos y no docentes y un alcance a 47.800 niños a través de ellos. 
En 2020, ante la imposibilidad de realizar actividades presenciales, se desarrollaron una serie de módulos que se enviaron a docentes y bibliotecarios a través de WhatsApp. En 2021 se realizó #EnDiálogo | Filba Escuelas, un ciclo anual, totalmente digital y gratuito, que propuso distintos abordajes de la reflexión sobre la lectura, la literatura, la escuela y el desarrollo de la sociedad en torno a la cultura. 

¿Cómo será Filba Escuelas 2024?
El equipo de Filba Escuelas abre un espacio de asesoría y diálogo con el equipo docente para conocer las necesidades de cada escuela y acerca herramientas especialmente diseñadas para abordar el trabajo literario y creativo en clase. 
La convocatoria 2024 se encuentra cerrada, volverá a abrirse en 2025

La lectura como práctica social y cultural
Desde la Fundación Filba consideramos que leer es construir sentido, y que se trata de una instancia fundacional del ser humano que trasciende ampliamente la operación de descifrar un código escrito. La lectura, como práctica social y cultural, es una experiencia que se va desarrollando en el límite entre lo íntimo y lo público: somos lectores y somos formadores de lectores, leemos para nosotros y leemos para los otros.

Por todo esto, con la idea de realizar un aporte en la formación de lectores a través de nuestras actividades, queremos generar la ocasión y el espacio para la lectura en distintos ámbitos que se presentan como los más oportunos para el contagio de la pasión por los libros y la literatura: el hogar, la biblioteca y la escuela.

Filba Escuelas propone desarrollar un proyecto en el que tanto adultos como niños puedan participar como lectores y como multiplicadores de lecturas; propiciando momentos en los que los chicos se encuentren con los textos en situaciones variadas, cargadas de sentidos que se vinculen con la vida, sin tener que restringirse al marco de los textos como sostén de una actividad pedagógica. 

Por su parte, sabemos que la transmisión de la pasión por los libros no se limita a la influencia del ámbito escolar, sino que es también y fundamentalmente un compromiso que debe considerar el ámbito familiar. Así, desde la escuela, se puede estimular también la participación de las familias, las distintas oportunidades de comunicación, de lectura y de rescate de las historias y tradiciones propias de cada uno.

Alcanzar una competencia lectora es tarea de toda una vida, pero las bases se sientan de manera privilegiada en los primeros años de vida y durante el transcurso de la etapa escolar. Incorporar libros y literatura a la vida cotidiana y disfrutarlos es, como dijimos, una práctica fundacional en la vida del ser humano, en la que todos podemos ser protagonistas.


Esta propuesta se sostiene en tres pilares que consideramos fundamentales en la promoción de la lectura:


La lectura como una experiencia cultural y social. Concebida también de ese modo al interior de la escuela, tiende a desprenderse del concepto de leer con fines pedagógicos y la sitúa entre las prácticas cotidianas como una actividad cargada de múltiples sentidos. 

 El rol activo y fundamental de los adultos como transmisores y multiplicadores de lecturas. La promoción de la lectura en los primeros años de vida y durante el período escolar es una tarea que implica la presencia y compañía de adultos cercanos que puedan poner al alcance de los chicos una rica variedad de libros y literaturas, y los acompañen en la construcción del camino lector, compartiendo tiempos, espacio y pasión por la lectura. Nada como un lector para contagiar a otro, y por eso es fundamental que los adultos también puedan posicionarse en esta tarea como lectores libres, autónomos y comprometidos.

 El respeto por el libro como objeto transmisor de cultura y motor de la imaginación. En tanto objeto, el libro tiene una importancia material que lo pone al alcance de los niños, independientemente de función pedagógica. No sólo como portador de cultura sino, sobre todo, como impulsor de un universo del cual los niños pueden obtener una enorme base simbólica, lúdica, motivadora. Entendemos al libro más allá de la fascinación del cuento que se narra o lee: es un objeto que el niño puede hojear, tocar y elegir. 

Fundamentos:
Desde hace ya varias décadas existe un consenso en el ámbito educativo sobre la educación literaria como una forma de contribución a la formación de la persona, que aparece unida a la construcción de sentido y de sociabilidad. A la idea de hacer partícipes a las chicas y los chicos de una conversación sobre la diversidad de los discursos sociales y culturales.

Ello llevó a pensar que el modo en que una obra está estructurada, la tradición dentro del cual se inscribe o con la cual rompe, los recursos estéticos de los que se vale, no son un objetivo de la educación en sí mismos, sino un medio, una herramienta para la construcción de sentido y la aprehensión de una obra. 

Así los docentes y bibliotecarios escolares tienen la doble función de formar y mediar, en una permanente tensión entre la lectura libre y la lectura guiada; entre la lectura por placer y la lectura formativa. En medio de esa tensión se espera que pueda prender el germen de una lectura sostenida y el desarrollo de un lector, una lectora frecuente, apasionada, de un ciudadano emancipado.

Es decir, cultivar el libre acceso a los libros y la lectura por placer sin renunciar a darles las herramientas para que salgan del placard de la lectura segura. Para que se aventuren en lecturas menos cómodas, menos inmunes.

El desafío, ya de por sí ambicioso, se agudiza, dice Teresa Colomer, en una sociedad de consumo con una concepción hedonista de la cultura. 

Habrá entonces que pensar no solo en el placer que genera el consumo de ficción cuando logra ponernos en los zapatos de otros, o cuando nos mueve a experiencias estéticas novedosas, cuando nos revela algo propio en el espejo de algún personaje -cosa que hacen también otros lenguajes como el audiovisual y el musical. Habrá que pensar y enfatizar el placer de encontrar sentido en algo que -en una primera, segunda o tercera lectura- parecía no tenerlo. 

Es ahí donde se juega el esfuerzo, el aprendizaje, la conquista de una nueva conciencia y sensibilidad. El esfuerzo de leer se ve justificado y recompensado en el desarrollo de la capacidad de entender el mundo en su extensión y complejidad. 

Y eso se logra cuando la lectura individual es atravesada por lo comunitario, cuando es compartida, cuando el acceso al libro muta en una forma fáctica de apropiación, en una conversación y creación colectiva.

Todo lo que un lector o una lectora debe saber sobre una obra está en la obra misma, sin embargo, es tarea de quien media hacerlo visible. Acercar herramientas para pensar sobre lo que se ha leído, para hablar y argumentar sobre lo que se ha leído. Pensar con palabras.

La conversación sobre lo leído está en el centro de la educación literaria en la escuela y se basa en empujar a las chicas y los chicos a buscar el sentido conjuntamente. 

La lectura como una experiencia comunitaria, como una puesta en común que traccione a los lectores en formación a expresar sus pensamientos, inseguridades, inquietudes, emociones, dudas y resonancias sobre lo leído. Y sentirse a salvo para hacerlo al interior de su grupo de pertenencia.

En palabras de Aidan Chambers:
“Aquellos que leen juntos sienten que pertenecen a una comunidad, pues nada une más que compartir experiencias imaginarias; y se sienten físicamente unidos, porque la lectura en voz alta es esencialmente una actividad doméstica, familiar.
Todo aquel que ha leído a niños pequeños sabe que esto es verdad. Los niños se sientan cerca unos de otros, con frecuencia abrazando a la maestra o al lector. Se relajan y se dejan llevar. Al tiempo que escuchan, disfrutan de la seguridad de pertenecer. Después usan palabras, frases, ideas, personajes de la historia en su propia conversación: puntos de referencia lingüística, marcas personales que, para aquellos que compartieron la experiencia, dicen mucho más de lo que otros pueden imaginar.
Así se construye la identidad cultural.”


Hacer espacio, dar tiempo, crear comunidad en torno de los libros y la literatura. Esa es la búsqueda que compartimos en el afán de acompañar el desarrollo de los lectores y las lectoras en el ámbito escolar.

La lectura en la escuela: experiencia personal y compartida

Trabajar desde el entorno escolar para propiciar el acceso a la lectura es una tarea que, a medida que se hace cuerpo, contribuye a crear, sostener y fortalecer el desarrollo de las personas y los lazos comunitarios. 

Es un trabajo, sí, pero es también un recorrido. Un recorrido que se compone de distintos caminos, tiempos y ritmos. Es un trabajo que requiere planificación, pero que se va modificando indefectiblemente en el encuentro con otras y otros, que abre horizontes para las personas hacia quienes va dirigido, pero también que expande las fronteras de adultas y adultos que llevan adelante la tarea. Como decíamos antes, docentes y bibliotecarias siempre llevan las ropas de su doble función: la de formar y la de mediar. Pero hay una que es anterior y que es la que también está en transformación permanente: la de lectoras y lectores.


Dudas, consultas: escuelas@filba.org.ar